| sábado, 12 de febrero de 2005 | Reflexiones Coeficientes Juan José Millas / El País (Madrid) En EE UU no te pueden ejecutar si tienes gripe o te has hecho un esguince. Primero te curan, como es lógico. En algunos Estados también te libras si eres tonto, aunque te miden el coeficiente intelectual cada mañana, de manera que si un día lo tienes alto, te gasean. Tal es el caso de Daryl R. Atkins, un negro que entró en la cárcel oligofrénico, y que a base de trabajar y trabajar se ha vuelto lúcido, lo que ha movido a la justicia a terminar con él. El talento no lleva a nada bueno. Cuanto más sabio eres, más expuesto estás a ser víctima de la náusea sartreana o de la silla eléctrica. Qué no daría Daryl por regresar a su estado anterior o, en su defecto, por hacerse un esguince. Pensarán algunos que si su angustia frente a la ejecución superara los niveles de su coeficiente intelectual, siempre podría recurrir al suicidio. Pero los condenados a muerte lo tienen terminantemente prohibido, de ahí que en sus celdas no entre un solo objeto punzante o cortante. Se afeitan con cuchillas blandas.
Aseguran los expertos en estos tests de inteligencia que el coeficiente intelectual sube y baja a lo largo de la vida, incluso a lo largo de las horas. Hay días en los que te levantas listo y te acuestas tonto o viceversa. La noticia no señalaba cuál era el coeficiente intelectual de los jueces en el momento de decidir que Daryl había alcanzado ya ese nivel de inteligencia que aconsejaba acabar con él, pero si caes en el corredor de la muerte y una subida de tu coeficiente coincide con una bajada del de los jueces, estás listo. Nada hay más dramático que el desencuentro entre dos coeficientes intelectuales, sobre todo cuando uno de ellos es el que manda.
El mismo día en el que le subió el coeficiente intelectual a Daryl R. Atkins, Bush bajó el presupuesto dedicado a gastos sociales para aumentar el militar. Es evidente que se le habían disparado los niveles de agresividad. Aunque la noticia no especificaba la relación existente entre la cólera y el coeficiente intelectual, nos tememos lo peor. ¿Qué pensará Daryl, en su celda de condenado a muerte, de esta curiosa decisión de Bush? ¿Se acordará de cómo era él mismo cuando prefería las pistolas a los libros? ¿Y qué opinión tendrá de la realidad ahora que puede comprenderla?
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