| sábado, 12 de febrero de 2005 | Reflexiones Teatro La Comedia: algo para recordar Miguel A. Chiarpenello El Teatro. El 2 de octubre de 1902 se estrenó en el teatro La Comedia de nuestra ciudad la obra de Florencio Sánchez "Canillita". El suceso no hubiera alcanzado otra trascendencia que la de un normal acontecimiento teatral, si no fuera porque la obra irrumpe en la no siempre tranquila vida literaria y artística y donde el autor rompe con los esquemas vigentes, reemplazando al héroe por el hombre común con sus propias vivencias. El éxito de la puesta en escena fue también el éxito del teatro que ese año había sido remodelado y reinaugurado siempre en su actual ubicación de Mitre y cortada Ricardone.
La Comedia nació en 1894 y funcionó precariamente en un galpón que oficiaba de sede, por iniciativa de un grupo de vecinos que compran acciones puestas en venta por don Manuel Galván. Reinaugurado en 1902, es adquirido totalmente en 1909 por José y Francisco Erausquín. La Comedia fue uno de los caminos eficaces donde Rosario pudo desarrollarse culturalmente. La ciudad prosperaba y el aumento de la riqueza material era constante, pero también había quienes proyectan su mirada hacia un nuevo destino donde se buscaba la riqueza que sólo se alberga en el interior de las almas y que deseaban darle a la ciudad la ubicación precisa en el marco poético de la República. Debía ser el teatro, necesariamente, el medio que congregaría a quienes estaban deseosos de acercarse a contemplar, comprender y admirar todas las expresiones propias y extrañas de gran parte del Siglo XX. La bien ganada fama nacional e internacional de La Comedia rubrica su fecundo accionar al servicio de la sociedad.
Vaivenes propios de un país como el nuestro, llevaron a los herederos de José y Francisco Erausquín a vender el teatro que se encontraba cerrado y deteriorado, que en los últimos años había funcionado como cine. En 1999 La Comedia, en polémica operación, fue adquirida por la Municipalidad de Rosario en un millón de dólares. Generosos aportes de la ciudadanía le permitieron a la Intendencia realizarle importantes reparaciones.
Algo para recordar. En el vestíbulo del teatro se llevó a cabo el 25 de agosto de 1958 el descubrimiento de una placa recordatoria de figuras que tuvieron alto relieve en nuestro medio intelectual. Fueron así rememorados, con la presencia de familiares, amigos y numeroso público, Luis Bravo, Pompeyo Saibene, Nicolás Viola, Mariano de la Torre, Aurelio Jacinto Flores y Virginio Berrutti. Los seis fueron hombres de teatro, elegidos por el destino y estimulados por la vocación para pertenecer a ese ambiente, al que dieron concretas pruebas de su capacidad creadora envuelta en la virtud de una fina y lúcida sensibilidad.
La Capital registró entonces el acontecimiento y reproduce la alocución de Horacio Telesca en nombre de los que fueron sus amigos, quien, entre otros conceptos, expresó: "Luis Bravo después de haber ejercido durante años el periodismo en varios diarios locales, se hace cargo de la dirección del teatro. Comprendiendo la pujanza de la escena nacional abrió sus puertas a las primeras figuras criollas de entonces, desde Florencio Parravicini, Camila Quiroga, Roberto Casaux, Blanca Podestá, Luis Arata, Muiño, Alippi, Lola Membrives y Tita Merello, sin desechar a intérpretes extranjeros como Antonia Mercé, Casimiro Ortas y Francisco Moyano entre otros. Juntó a él, el Dr. Pompeyo Saibene fue la garantía de la salud de la gente de su teatro como médico de empresa. Sobre este hombre de rostro cordial y palabra afectuosa vivía la anécdota de haber auscultado las espaldas ya cargadas de muerte de Florencio Sánchez en el hospital italiano de los Bellini Fratti".
"Fueron llegando a este ambiente también Mariano de la Torre, Nicolás Viola y Aurelio Flores, periodistas y escritores que se sintieron poderosamente atraídos por la seducción luminosas de las candilejas, alternada entre cómicos, colegas y soñadores despiertos, donde tuvieron ocasión de significar más de una vez la rapidez de su ingenio y las galas de un humorismo auténtico y urticante para muchos que desaprensivamente habían pretendido desconocerlos en las entonces movidas y peligrosas ruedas del café de madrugada, muchas veces tumbas piadosas de inflados prestigios. La Francesita Lissón, de Mariano de la Torre; El burrito del teniente, de Nicolás Viola, y Valdez, de Aurelio Flores, son trabajos escénicos que les dieron renombre y popularidad. Virginio Berrutti también ocupó su puesto en este grupo como el control vivo de la actividad teatral rosarina".
Bravo, Saibene, de la Torre, Viola, Flores y Berrutti, asiduos concurrentes al bar "La Comedia" que estaba situado sobre calle Mitre lindando con el teatro donde hoy existe una galería, sostenían con vehemencia que la amistad es un sentimiento sagrado y que el arte divorciado de la vida no tiene significación. Ellos se brindaron al teatro basados en su profundo amor por la cultura en un Rosario menos materialista y más romántico.
Conclusión. La Comedia, centro obligado entonces de intelectuales, dramaturgos y artistas, debe recuperar por el bien del arte rosarino su antiguo esplendor. El teatro, nuestro teatro, debe volver a ser sala representativa de alto nivel de la actividad cultural y artística de la ciudad dando firme testimonio de una vida consagrada a la elevación espiritual. Para lograrlo se necesita solo amor por la tarea, una mente abierta y un corazón sencillo. enviar nota por e-mail | | |