| sábado, 12 de febrero de 2005 | Testigos clave A partir del accidente de Francia y Pellegrini, en el que murió una mujer y otra resultó herida, volví a recordar todo el calvario que pasé con la muerte de mi madre en un accidente de transporte urbano. Reflexionaba sobre la importancia de los testigos en un caso como éste. Ni en la policía se puede confiar. O acaso ¿qué se puede pensar cuando un subcomisario pretende adulterar la denuncia para que no figurara el grado alcohólico del conductor, cuando un médico y varios testigos notaban su borrachera a primera vista? Mi madre, Francisca Basile, no tuvo la suerte de contar con muchos testigos, en un accidente en el cual cayó de un colectivo de la línea 125. Luego de un juicio penal, el conductor del mismo fue absuelto. No es mi intención cuestionar los fallos de la Justicia -que en este caso no comparto-, pero no dejo de ver que la persona que maneja el colectivo tuvo la suerta de no contar con testigos directos del hecho y por lo tanto pudo expresar casi sin refutaciones su visión del accidente. La gente que estuvo en el lugar vio el hecho cuando ya mi madre estaba tirada en la calle y coincidían en que al colectivero si no le gritaban y lo llamaban seguía de largo. Lamentablemente mucha de esa gente estaba de paso y no se pudo ubicar para que atestiguaran a favor de la víctima. En estos casos también se confunden los roles de víctimas y victimarios y siempre es más fácil echarle la culpa al muerto. Por otro lado, la aseguradora desapareció y la empresa de colectivos quebró, así que, a cinco años del hecho, no hay nadie que se haga cargo de esa muerte. Una vez más quiero recalcar la importancia de conseguir testigos y de que se involucre la gente y no mire para otro lado cuando se la necesita, para que este tipo de hechos no queden impunes.
María Elena Tapia,
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