| sábado, 12 de febrero de 2005 | Lomo de burro Una de las bellezas emblemáticas de nuestros barrios es el lomo de burro. Esa trampa transversal que en las calzadas hace las delicias de los sistemas de suspensión de los vehículos y la de sus pasajeros, especialmente aquellos que sufren artrosis, artritis, problemas cervicales y otras exquisiteces corporales por el estilo. Todo buen lomo de burro, luego de ser construido por el primero al que se le ocurrió, lució en sus orígenes un rutilante color amarillo que el paso del tiempo transformó en el gris más aburrido y taimado, convirtiendo al "burro" en una serpiente que agazapada en la calle se entretiene como loca rompiendo amortiguadores. Tal vez la inveterada inconducta de los conductores justifica la construcción y el mantenimiento de esa diabólica creación vial; por eso, cada 6 meses, habría que repintar los "lomos" para reponerles el fulgurante amarillo. La magia y el encanto del lomo de burro subrepticio llena de gozo el alma de todo conductor que cae en esa trampa "cazabobos".
Edgardo Urraco
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