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 domingo, 30 de enero de 2005  
Jujuy: Bailes, coplas y tradiciones
Los habitantes de Tilcara comparten con los turistas los rituales que se desarrollan durante el carnaval

Armando Picone

La conmemoración del carnaval, probablemente tenga su origen en las fiestas Bacanales que se celebraban en Roma, en honor al dios Baco. El imperio las introdujo en el siglo III a imitación de las dionisíacas griegas. Los excesos a que daban lugar estos festejos, hicieron que el senado en el año 186 las prohibiera, recuperándose posteriormente. Más tarde el Papa San Gregorio el Grande después de la revisión pastoral y su reforma, denominó al domingo antes del inicio de la cuaresma, carne "levamen" y finalmente "carnevale", palabra que en su forma actual parece provenir del latín que significa "adiós carne", designación obvia en franca referencia a la abstinencia de carne y sexo impuesta en esta fecha, de ahí la expresión "pasar más hambre que una meretriz en cuaresma". Con el correr de los tiempos, la religión católica apostólica romana, permitió, toleró y asimiló estos festejos, que debían finalizar abruptamente al dar comienzo la cuaresma.

En la América andina precolombina, nuestros hermanos aborígenes tenían sus ceremonias basadas en el gran ciclo de la "Chakana", calendario ritual agrícola o cruz andina de ocho puntas, que coinciden con igual número de conmemoraciones anuales. Siembra, cosecha, marcada o señalada de los nuevos animales entre otras, eran celebradas con canciones y danzas utilizando en cada ocasión diferentes instrumentos musicales rituales, con un profundo sentido espiritual de agradecimiento hacia la Pachamama, madre de todo y todos. En todas las celebraciones el colla hincado de rodillas implora "Pachamama Santa Tierra, Cusilla, Cusilla, que haya paz, comida, salud y trabajo".

El Pujllay (juego-alegría) era la gran fiesta de la reproducción y de cosecha del maíz en tiempo de los incas, pero ni bien llegaron los españoles a estas tierras y en una imposición de preceptos, derivados de la evangelización, se tradujo con la palabra europea carnaval, en coincidencia con la ceremonia local, logrando de esta manera el sincretismo deseado para su mejor dominación.

En la actualidad el acto del desentierro, comienza con algunas ancestrales raíces mítico-religiosas, otorgándole ofrendas a la Pachamama (Madre Tierra) para que deje salir al carnaval. En Jujuy, desde la puna y pasando por la quebrada, cada poblado se engalana para estas fiestas, pero la transfiguración, la metamorfosis de las costumbres y la inversión de los valores, adquieren en Tilcara su mayor expresión de alegría y desenfreno desbordante como en ningún otro sitio.


Carnavaleando en Tilcara
"Que les parece señores, ya ha llegado el carnaval. Ahora no hay que estar triste, todo es cantar y bailar". Todo da comienzo el jueves de compadre, quince días antes del sábado de carnaval, dedicado exclusivamente a los hombres. Ellos se reúnen desde el mediodía y empiezan con las primeras coplas, dando rienda suelta a la alegría.

El siguiente jueves es de comadre, día consagrado a las mujeres, congregándose en la plaza, el mercado, o las esquinas, anhelándose un buen carnaval. Se invitan con bebidas y comidas, pero lo medular está dado en las ruedas que arman y se desarman, cantando coplas de original picardía, al compás de sus cajas chirleras. "Es mejor querer a muchos, cuanto más sean mejor. Uno te hace la herida, el otro te calma el dolor".

"Los Alegres de Malka", "Los Caprichosos", "Pocos pero Locos", "Pecha-Pecha" y otras, son algunas de las comparsas que constantemente recorren las calles de Tilcara. Cada una posee su propio mojón para desenterrar el carnaval donde asisten a la ceremonia sus seguidores sin disfraz, caminando detrás de la bandera que identifica a la comparsa.

El visitante que asiste por primera vez, advertirá inmediatamente que no existe similitud alguna con los carnavales cariocas o los de Gualeguaychú. Además de sentirse relajado, de ninguna manera será un mero espectador, pues todos participan y tienen el mismo derecho y hasta casi obligación de regocijarse. Seguramente lo invitarán al juego talqueándole la cara, y luego de engalanarlo con serpentina, lo convidarán con chicha para beber en honor del carnaval. De no integrarse, se lo considerará en estado de tristeza y será juzgado y condenado a "fusilamiento". El viajero entonces, deberá cumplir la pena; los fusileros se encargarán de sentarlo en un banquillo, traerán tres vasos, vino, cerveza y chicha, si los bebe, estará otra vez en condiciones de seguir viviendo a pleno el carnaval.

El sábado de carnaval, cada comparsa comienza la marcha a su mojón distintivo, para venerar a la Pachamama. A un costado del mojón (montículo de piedras que representa el lugar donde está enterrado el diablo), adornado con serpentinas, guirnaldas, lanas de colores, flores y albahaca, cavan un hoyo en la tierra, al que le ofrecen bebidas alcohólicas, hojas de coca, cigarrillos encendidos, plantas de maíz como símbolo de fertilidad, sahumado por un manto azul, rico en aromas de koa y romero para ahuyentar la mala suerte e implorarle mucha alegría.

Sorpresivamente, hace su aparición el Diablo Mayor manteniendo oculta su identidad detrás de la máscara que le otorga mayor libertad para actuar con desenfreno. Trayendo al diablito escondido que acompañará a la comparsa durante todo el festejo, como símbolo de buena suerte, y bendiciendo a los participantes, inicia las ruedas alrededor del mojón, bailando y cantando un carnavalito con letras de la comparsa, al ritmo de quenas, bombos, sikus y charangos.


Diablo suelto
El diablo encabeza la marcha y es obligación que éste sea alegre durante el carnaval, no hay diablos tristes ni diablos dormidos. Sí diablos machados y diablos sueltos. Ellos son los encargados de organizar el carnaval y divertir a la gente, contagiando la alegría y la tentación tanto al hombre, como a la mujer; durante los nueve días y las nueve noches siguientes.

Este personaje, no es más que el hombre común, el empleado municipal, el maestro rural, el albañil, el jornalero, el intendente, el cura párroco, o el comisario. El es cualquier habitante de la región ansioso por divertirse, se disfraza con una careta pintarrajeada, un cabezal con dos cuernos arqueados de colores vivos, una capa multicolor de chispeantes espejos, cascabeles y lentejuelas, una blusa combinada en rojos, amarillos y verdes, un pantalón de matices primarios de cuya parte posterior pende una cola larga de casi tres metros, que batirá constantemente.

Desde el sitio del desentierro, que generalmente se realiza en las afueras del pueblo, la comparsa enfila hacia la primera invitación, después otra y otra. Cada familia que cursó el convite, recibe a todos los participantes con vino, cerveza, chicha y también con comida. El dueño de casa debe cantar una copla con la caja en la mano que es asistido por todos, coreando sus estrofas. Es obvio que al lector le resulte incomprensible tanto despliegue de generosidad, teniendo en cuenta que las comparsas con sus seguidores están compuestas de 150 a 300 almas. Pero no se aflija, ¡usted también está invitado!

En Tilcara se disfruta y se alimenta al espíritu, se olvidan todos los problemas, sólo importa la alegría, los festejos, descuella la algarabía, todo es cantar y reír. El margen para la imaginación y la espontaneidad es tal que la comunidad no sólo admite los excesos, sino que los adopta. La exaltación colectiva suprime complejos y tabúes, los piropos soeces del diablo no son rechazados sino festejados con desfachatez.

Al lector, quizá le resulte preocupante tanta contravención, pero vaya tranquilo y seguro que nadie le hará pasar un mal momento, pues estos juegos son totalmente inofensivos e ingenuos. Entrada la noche, las comparsas se dirigen a sus propios salones de fiesta donde todo continúa hasta el amanecer para empezar nuevamente al mediodía siguiente, hasta el miércoles de ceniza, reservado para el descanso y recogimiento.

En la zona rural cercana al poblado, el miércoles de ceniza es aprovechado para la señalada. Designan una vivienda a la que acuden vecinos con sus majadas; en el corral se realiza la corpachada (ofrenda a la tierra), y luego de presentar los respetos y buenos augurios al dueño de casa, da comienzo la señalada con la ceremonia nupcial de una pareja de borregos engalanados con coloridos pompones de lana y serpentina. Después se efectúan las marcas, generalmente en las orejas y con la sangre vertida por la incisión, signan la frente de los invitados y en un retumbe de cajas abren las coplas sus alas. Todo es risa y alegría, todo es vino y cortesía, ¡se da inicio a la cajeada!


De copla en copla
La copla es el sentir del hombre, con ella cuenta lo que le pasa, lo que vive, todas sus alegrías y sus penas. El trabaja tarareando y concertando la copla que cantará en carnaval. Las hay de hombres y de mujeres, de animales y de plantas, de riqueza y pobreza, de risas y de llantos, de pueblos y lugares. Con la copla puede enamorar, o agradecer, ya que el hombre de los cerros es dicharachero, querendón y encuentra en el carnaval la oportunidad para expresar su personalidad extrovertida y alegre.

Generalmente se canta en ruedas, y a la misma se puede ingresar y salir libremente, el coplero canta su copla y la rueda repite todo con el retumbar de las cajas, se puede pasar horas y horas cantando, siempre se va girando, generalmente para la derecha, en la rueda se va invitando la chicha, el yerbiado, o el vino para matizar la fiesta.


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El carnaval se vive a pleno en Tilcara.

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