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 domingo, 30 de enero de 2005  
Primera persona. Marcos Novaro
Una historia en discusión
Dos historiadores recopilan las explicaciones de los ejecutores de decisiones políticas que marcaron al país durante los últimos 25 años. Un contraste para la versión oficial

Paola Irurtia / La Capital

La investigación consiste en reconstruir los últimos 25 años de historia argentina en un archivo oral que recopila un equipo de Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) encabezado por Marcos Novaro y Vicente Palermo. La revisión suma a los documentos oficiales y las publicaciones de los medios, los relatos de los actores políticos y sociales que llevaron adelante las decisiones y discusiones cotidianas. Una mirada en retrospectiva que contrasta y enriquece la "historia oficial". Los relatos de los actores políticos dan forma a una composición con elementos nuevos para interpretar acontecimientos cuyos ecos persisten hasta la actualidad. "Son discusiones que no se han desarrollado -sostiene Novaro-. Muchos temas que en el sentido común están instalados como versiones canónicas pueden ser problematizados y enriquecidos a través del trabajo sobre la historia reciente".

"Las fuentes orales -dice- permiten captar las motivaciones y justificaciones que los actores asignaron a su comportamiento y al de los otros, y permiten reconstruir episodios de difícil seguimiento por otros medios".

Novaro y Palermo llevan un año en el proyecto, aunque trabajaron con testimonios de jefes militares en el libro "Historia Argentina 9. La dictadura militar 1976/1986", publicado en 2003 por Paidós y son los compiladores de "La historia reciente", publicado por editorial Edhasa.

En conversación con Señales, Novaro señaló tres acontecimientos en los cuales las historias oficiales contrastan nítidamente con las versiones orales: la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) en septiembre de 1979, durante la dictadura militar encabezada por Jorge Rafael Videla; la implementación del juicio a las Juntas militares en el gobierno de Raúl Alfonsín y la rebelión carapintada de Semana Santa. "Las entrevistas son testimonios de una memoria -dijo Novaro-, pero también son el reflejo de un debate que está abierto: una historia que está en discusión".


El juego de las visitas
¿Por qué Videla creyó que le convenía invitar a la Cidh, cuyo informe sobre las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura fue demoledor, a visitar el país? Novaro plantea que había un gran componente de fanatismo ideológico en la dictadura y, por otro lado, la existencia de un pacto con un sector de la derecha norteamericana, que finalmente el gobierno de James Carter no cumplió, lo que fue vivido como una traición por los militares argentinos. Pero para Novaro también son marcas de que los militares, en sus métodos represivos "además de animales, eran muy inútiles y cometieron muchos errores".

-¿Los militares pensaban que la Comisión iba a avalar la tortura?

-Ahí había un problema de discordancia entre un fanatismo ideológico, que convencía a los militares de que la tortura estaba bien porque era la forma más rápida y más productiva de resolver el problema (de la guerrilla armada), con la idea de que los que criticaban desde afuera eran hipócritas porque tanto el gobierno norteamericano como los franceses habían torturado. En realidad pensaban que (torturar) estaba bien, pero quienes aparecían como defensores de los derechos humanos no podían decirlo. Eso los llevó a cometer un gran error, a desvalorizar todo eso. Pensar que finalmente iban a conseguir que los norteamericanos les dieran un perdón, porque como habían sido muy efectivos, no tenía sentido seguir discutiendo el tema.

-También habló de un pacto con el gobierno de Carter.

-Hubo sectores de la administración norteamericana que ayudaron a convencerlos. El ala conservadora del gobierno les dio mucho pasto para pensar todo eso, al participar de la idea de que si a los militares les daban la oportunidad de mostrar de que todo estaba en paz, eso iba a sepultar las denuncias por violaciones de derechos humanos. En realidad, (los norteamericanos) querían ayudarlos y terminaron metiéndolos en una trampa. Realmente muestra hasta qué punto Videla era un inútil.

-¿No podían rastrear conclusiones en otros informes de la Comisión?

-En realidad los informes hasta ese momento eran bastante benignos. No habían ido a ningún país tan problemático, ni tampoco habían encontrado mucha información. El gobierno norteamericano había mantenido una actitud muy poco activa, todo lo contrario de lo que pasó en Argentina. En documentos oficiales, el gobierno estadounidense conocía el informe realizado por Ken Hill en 1977, a pedido del Departamento de Estado, que detallaba los operativos ilegales y violatorios de todos los derechos, desde los allanamientos nocturnos hasta las torturas y ejecuciones de detenidos. También contaba con el relato de detenidas norteamericanas, como Gwenda Mae Loken López y Patricia Erb, apresadas y torturadas en 1976.


Traicionados
A partir de entrevistas a distintos funcionarios del gobierno norteamericano, Novaro encontró que "una parte de la burocracia del departamento de Estado se había convertido en militante del caso argentino", en lo que entiende las "señales confusas" que recibía la cúpula militar en las conversaciones que culminaron con la invitación.

Para los militares argentinos, las conclusiones de la visita fueron una traición. "Creyeron que los norteamericanos realmente los engañaron y todo se entronca con una idea muy conspirativa que emparentan después con la experiencia en Malvinas. Más allá de eso, llama la atención el nivel de torpeza que los llevó a cometer esos errores".

Otro de los episodios que aparece diferente al de la versión canónica consolidada en la opinión pública, para Novaro, es la idea de que Alfonsín tenía claro lo que quería hacer con los juicios a las Juntas Militares. "Lo que uno encuentra (en las entrevistas a los distintos funcionarios, asesores, jueces y jefes militares) es que había una gran improvisación. Alfonsín cambiaba de idea muy seguido, le decía una cosa a Jaunarena (Horacio, ministro de Defensa), la contraria a Dotti (Jorge, director del servicio penitenciario durante la dictadura de Videla, a cargo del centro de detención ilegal "el Vesubio") y otra a los legisladores. La idea de hasta dónde debían llegar los juicios nunca estaba clara".

Mientras tanto, Alfonsín designó una cantidad de jueces para que llevaran adelante esos juicios en un clima de incertidumbre. "Esperaba que la Justicia tuviera un comportamiento moderado -dijo Novaro-. Decía que la obediencia debida tenía que salir de los tribunales y los jueces esperaban que eso lo hiciera el gobierno, porque si había que delimitar los juicios, debía hacerlo el Ejecutivo".

"No sé hasta qué punto Alfonsín se daba cuenta de que si él no tenía un plan muy concreto, finalmente cada uno de los actores iba a seguir su propia lógica: la Justicia la judicial, los organismos de Derechos Humanos iban a avanzar con las denuncias y los militares iban a perder cada vez más la mínima confianza que podían tener en que después de algunos juicios la cosa se iba a terminar".

Novaro cree que en esa incertidumbre "los jueces que creían que tenían que avanzar lo hicieron y los que creyeron que no había que juzgar a nadie no juzgaron a nadie". Pero encuentra en los testimonios "una idea contraria a la que el ex presidente llevaba una política clara respecto a los juicios a las Juntas".

El Archivo de Historia Oral estará inaugurado este año, con las entrevistas complementadas por la información que utilizaron los investigadores para elaborarlas y documentación. Una exploración de los debates que le dan forma a la historia más próxima, decisiones que aún marcan la vida de todos los días.


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Los militares creyeron que se avalaría la tortura.

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