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 domingo, 16 de enero de 2005  
candi
Charlas en elCafé del Bajo
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-Algunas veces tuve encuentros con personas talentosas que me dijeron tajantemente: el ideal no existe. Este dogma de fe sustentado por cientificistas que centran la atención del comportamiento humano a partir de un estricto punto de vista fisiológico o bien psíquico pero con las limitaciones del caso, no cuadra con el estudio de la conducta del hombre teniendo en cuenta su estructura espiritual considerada ésta como un plano vinculado a la psiquis, pero independiente de ella. Esta última posición, a la que adhiero, desde luego, me permite afirmar que el ideal, no considerado como perfección, existe y hacia él debe tender y de hecho tiende la humanidad. Todos conocemos el pensamiento de Descartes: "Pienso, luego existo". De este axioma se desprende que todo lo que el hombre puede pensar o imaginar es dable encontrarlo en el universo y si no existe es posible crearlo. Goethe decía que "cualquier cosa que puedas hacer o soñar, puedes comenzarla". Es precisamente allí en donde el hombre, a diferencia de cualquier animal, comparte la tarea creadora de lo que llamamos Dios.

-¿Pero cuál es el ideal socialmente hablando?

-Un ideal decisivo para alcanzar el ideal mayor es la puesta en acción del principio del amor. Aquí entonces cabe la pregunta: ¿qué es el amor? Ya alguna vez dijimos que pueden darse muchas definiciones de amor, todas con diversas facetas, pero con una misma esencia. Amar no solamente es dar y darse sin aguardar retribución, sino es más que eso aún: es procurar la riqueza -sea ésta de carácter material o espiritual- no para la sublimación personal, sino para la salvación del prójimo. Este es el principio de la comunidad de bienes del que hablamos hace unos días y que dio origen a la carta de una lectora reproducida ayer. Y este principio vale tanto para la sociedad del mundo como para la sociedad de la pareja. Este principio, absolutamente utópico para quien sucumbe en la frivolidad de un posmodernismo egoísta, o para quien cree que la única verdad es la de la ciencia conocida, no puede ser obviado en una sociedad que se precie de amar. Amar es, también, comunión de bienes. Entre dos que se aman no puede haber separación de bienes sean éstos materiales o espirituales, no puede haber negación de concesión de los valores que se poseen. Y aún más: si apenas uno de la pareja es el que ama debe dar testimonio del principio de comunión de bienes ¿Parece imposible, verdad? Claro que sí, porque estamos arraigados en un complejo cultural absolutamente egoísta.

-¿Y cuál es el modelo para una sociedad organizada?

-Exactamente el mismo. Es posible que este modelo esté aún muy lejano como para ser aplicado, pero llegará el día en que el cambio de orden será una realidad que deje atrás este tétrico escenario de nuestros días caracterizado por pocos ricos muy ricos y muchísimos pobres sufrientes de todo sufrimiento. En lo que hace a la cuestión social, el ideal inmediato para la humanidad deberá ser y será, no lo dudo, una justa distribución de la riqueza.

-¿Amar es entonces el sentido de la existencia?

-Amar es el sentido inmediato y relevante que debe darle el hombre a su existencia. Es en realidad el único medio, la única herramienta de la que disponemos para alcanzar ese "gran sentido" trascendente que algunos llamamos absoluto o Dios. Esto es fácil comprenderlo si nos despojamos de ese velo que esta cultura ha puesto delante de los ojos del corazón, pero ciertamente es muy difícil ponerlo en acción. Amamos, pero con las reservas del caso. Amamos, pero mientras no nos duela. Amamos, pero a cambio de que nos amen. Amamos, pero con condiciones. Amamos, pero como el personaje del Evangelio (Ananías) nos reservamos una parte de los bienes que debieron ser entregados a la comunidad. Sin embargo, Ananías y su mujer por esta acción egoísta mueren. Alguien me dijo que Dios no había sido muy misericordioso al hacer morir al "pobre" Ananías. Pero su muerte es una alegoría evangélica para significar que cosa le sucede al egoísta no por designio de Dios, sino por su propia conducta y elección. El egoísmo cultivado es el camino más directo a la perdición del hombre. Amar, pues, supone un tremendo esfuerzo y hasta un aparente imposible. Aun con las distancias que me separan del pensamiento de Mijail Bakunin, coincidiré con él en que "al buscar lo imposible el hombre siempre ha realizado y reconocido lo posible, y aquellos que «sabiamente» se han limitado a lo que creían lo posible, jamás han dado un solo paso adelante".

Candi II
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