| miércoles, 05 de enero de 2005 | Maremoto. Trabajosa toma de muestras de las víctimas para hacer los ADN Bajo escombros y ruinas de zonas asiáticas destrozadas por los tsunamis aún quedan cientos de cadáveres Las tareas para identificar a miles de muertos no dejan tiempo para la piedad Los cadáveres que acaban de ser rescatados se encuentran a la intemperie junto al estadio de cricket de la devastada ciudad de Galle. La cara de una mujer que ha pasado una semana en el agua apenas es reconocible. No obstante, un funcionario, que parece desesperado, toma una foto. Sobre su barriga coloca una etiqueta con el 372, un número que puede inducir a la confusión, ya que sólo en el distrito de Galle, en el suroeste de Sri Lanka, se han encontrado más de cuatro mil cadáveres desde la catástrofe. Casi tres mil de ellos fueron enterrados sin poder ser identificados previamente.
Con manos temblorosas, un voluntario le quita los pendientes de oro a la mujer, cuyo cuerpo ya presenta un color negruzco. Tan sólo necesita unos minutos y seguidamente le retira su reloj de la muñeca. Con un cuchillo le corta un mechón del cabello para la prueba del ADN y lo vierte todo en una bolsa. Un médico inspecciona el cadáver. Entonces, sin más contemplaciones, se coloca una cortina desgarrada sobre el cuerpo.
Quizás los muchos muertos hayan agotado la piedad. Los niños con ojos como platos miran mientras se tapan la boca con las manos. No es menos la mirada de incredulidad de los adultos, pese a que esta escena se ha visto miles de veces estos días en Galle. Se cubren con una tela la nariz, el hedor apenas se puede aguantar.
Luego los ayudantes se dirigen al cadáver siguiente para seguir trabajando a destajo. Aun cuando sea una empresa sin esperanza, las numerosas personas que han perdido a sus seres queridos, tienen que tener la oportunidad de poder saber la suerte que han corrido por medio de fotos, joyas o algún que otro rasgo. Ningún muerto tiene que ser enterrado sin dejar huella.
Debajo de los escombros, las ruinas y las lagunas del que fuera un país turístico sigue hallándose numerosos cadáveres, afirma el jefe de la administración del distrito, Gunasena Hewavitharana. "Algunos están tan descompuestos que ni siquiera les podemos tomar las huellas dactilares".
Colapso En los últimos dos días, tras la catástrofe del 26 de diciembre, los muertos fueron conducidos al único hospital que funciona en la región de Karapitiya, lo que hará aumentar el peligro de epidemias.
El hospital de Galle se encuentra cerca de la costa y fue anegado por los tsunamis. Todavía tardará mucho tiempo antes de que allí se vuelva a atender pacientes.
En Karapitiya, en el pasillo del hospital, resuenan los gritos de personas desesperadas que buscan a sus desaparecidos. Un muchacho, que quizás tenga diez años sufre un ataque de nervios. Busca a su hermano, desaparecido desde que ocurrió la catástrofe. Tampoco sabe nada de sus padres. Bramando se aferra a un anciano en silla de ruedas. Sin éxito alguno, enfermeros y policías intentan calmar al muchacho y el anciano le acaricia con ternura la cabeza. Todos intentan que el muchacho deje la silla de ruedas, pero fracasan. Los enfermeros deciden entonces llevarse al muchacho y al anciano en su silla a otra parte.
El director del hospital, C. D. Pathirage, indica que pronto serán expuestas las fotos de los 500 cadáveres no identificados que tienen que ser enterrados.
Los rasgos de sus caras deberían ser reconocibles en las fotos, a diferencia de los últimos muertos recuperados en Galle, que tras ser examinados por los ayudantes con mascarillas y guantes de plástico, son enrollados en mantas o cortinas, o en cualquier cosa que se pueda encontrar de entre los escombros. Del pie de uno de los cadáveres se cae un zapato de caballero. Los muertos son recogidos con la pala de un tractor y transportados. Nadie se da cuenta del zapato, que se ha quedado en el suelo. (DPA) enviar nota por e-mail | | Fotos | | Un hombre trabaja en el reconocimiento de los cadáveres en Indonesia. | | |