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 viernes, 31 de diciembre de 2004  
candi
Charlas en el Café del Bajo
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-"Faltaban apenas unos minutos para las doce. Se sentó en el sillón con una copa de Whisky en la mano lista para llevarla a sus labios cuando el sonido de la vieja campana de la iglesia cercana anunciara el nuevo año. Claro que no sería un brindis, sino una forma absurda de someter a su mente para no ver a la única compañía que le quedaba, su soledad".

-Estamos en París, un hombre solo y una noche de fin de año.

-Podría ser también Rosario.

-Sí, podría ser. Siga con la historia ¿No conozco a ese hombre?

-"Miraba a través de la ventana del tercer piso del viejo departamento pero no veía nada, excepto las luces de la gran ciudad que, como él, se habían quedado solas. De pronto se le ocurrió pensar que aquellas eran luces sin brillo, luces sin sentido que ahora apenas si iluminaban al tremendo silencio. Ese silencio que en aquella ciudad, como en todas, es la voz de la noche profunda".

-Creo conocer a ese hombre de aquel París.

-No tiene importancia eso ahora. Lo que importa es la historia: "En ocasiones la vida nos sorprende con circunstancias inesperadas -pensó-. Lo que parecía imposible y utópico se torna real, lo que parecía inalcanzable en un instante se presenta frente a nosotros de distintas formas y variados humores. Sí, porque con frecuencia tales circunstancias están envueltas en una dulce sumisión a nuestros deseos, pero también con frecuencia son figuras temibles y amenazadoras que se ciernen despiadadas sobre toda nuestra humanidad.

-Qué cierto es eso.

-"A veces la vida -siguió pensando nuestro hombre- como un torbellino arrastra nuestros sentimientos haciéndolos girar en fatal círculo y aquellos de sabor amargo que estremecieron a nuestra alma en épocas tempranas se presentan nuevamente en los últimos tiempos de la existencia". Cuando dijo esto giró la vista y observó la vieja cama que en aquella niñez lejana había sido testigo de noches, agonías y algunos sueños que, ahora lo comprendía claramente, jamás habían llegado".

-Una historia triste.

-"También pensó que no había habido vida, ni torbellino, ni círculo y que en realidad el tiempo no había pasado. Supuso que era el mismo chico, transformado en un instante por el profundo dolor, el que estaba sometido por el mismo sentimiento y frente a las mismas cosas. Imaginó que acaso se hubiera dormido por un momento y que durante el sueño se había transformado en ese hombre que era ahora. Un hombre que compenetrado en un mágico y misterioso juego de rayuela, jamás había alcanzado el cielo y caminaba ahora, sobre el fin de la partida, hacia un infierno irremisible".

-Ese hombre, ese hombre. Sí, creo conocerlo.

-"Ensimismado estaba en estos pensamientos cuando la campana anunció que el año había terminado y que un nuevo ciclo comenzaba. De un solo trago bebió el whisky, se incorporó y caminó hacia la ventana. Los fuegos de artificios iluminaron el cielo, el choque de cristales y el bullicio alegre, como un relámpago inesperado, cruzaron todo París. Su vista se perdió en un horizonte remoto, desconocido pero anhelado ¿Qué podría ser peor que ese tiempo y ese espacio? Apoyo su frente contra el vidrio, como si quisiera traspasarlo y volar hacia otro plano existencial. Pero fue inútil, los vidrios no se traspasan y no hay mágicos planos de existencia.

-¿Qué fue lo que hizo entonces aquel hombre?

-Volvió su vista hacia la vieja cama y hacia ella dirigió sus pasos. Se recostó y de nuevo, como siempre, lo envolvieron la noche y la agonía. Mientras el sueño iba avanzando lentamente, pensó, una vez más, que debió suceder así, que no había pasado el tiempo, que seguía siendo aquel chico y que algo mágico, pero horrible, había ocurrido mientras dormía. Tuvo entonces la esperanza de que tal vez al despertar ya no sería ese hombre ni estaría sometido nunca más por esos sentimientos". Esta historia, Inocencio, la dedico a aquellas personas que esta noche sentirán el más cruel de todos los sentimientos, la soledad, que tan bien conozco. Por ellos pido y a ellos exhorto a no perder la esperanza de un mañana mejor.

-¡Ese hombre, conozco a ese hombre!

Candi II
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