Ausencias que duelen

Llega fin de año con los balances, la comida, los regalos, los detalles y uno desea que todo quede resuelto ante un número que marca el calendario como un final: se entra en un ritmo vertiginoso con la sensación de que algo se está terminando.

Olvidamos saborear el momento, agradecer cada instante y la posibilidad de aprender cerca de nuestros seres queridos, o con quienes compartimos el trabajo. No recordamos la actitud del niño que vive con magia cada momento, y sobre todo las fiestas, con la actitud de que algo está "por venir".

Esa simplicidad de esperar siempre más y mejor es la que se pierde y se va transformado en rigideces que impiden una lectura positiva de nuestras experiencias. En relación con las pérdidas, esta época es particularmente sensible para quienes padecen duelos recientes, y para aquellos que no han llegado a elaborar antiguas muertes.

En estos casos escasean la recetas, ya que cada duelo es único como cada persona. Una recomendación sería evitar quedarse solos y estar receptivos al afecto de familiares y amigos, aunque eso no invalida sacar el dolor gritando, llorando o por medio de cualquier actitud que no cause daño.

Resulta necesario entregarse a esa emoción con dignidad, explorarla e ir hasta el fondo con confianza y sin miedo a enloquecer sabiendo que todo ser humano es fuerte (como un ave fénix que puede revivir de sus cenizas). Ese sentimiento debería conducir a la esperanza de volver a ligarnos a la vida con más firmeza, valoración y agradecimiento por poder disfrutar de cada momento.

Cuando han pasado años y la ausencia sigue doliendo como el primer día estamos frente a un detenimiento en el proceso del duelo lo que inhabilita para generar un nuevo proyecto quedando "pegados" a la bronca por esa ausencia. Esta situación, en algunas ocasiones, conlleva un costo físico alto (alteración del sistema inmunológico, insomnio, palpitaciones, hipertensión, entre otros síntomas.)

Un acompañamiento profesional colabora para sobrellevar esta situación: para sumergirse en el dolor, no negarlo y enterarse lo que está sucediendo interiormente, y finalmente poder rescatar de la relación con el ser amado las enseñanzas, los aprendizajes, los regalos, y que quizá tan ocupados en el trajín diario no se supieron valorar, disfrutar o agradecer.

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Silvia Tortul

Beatriz Buiras

Psicólogas