| domingo, 26 de diciembre de 2004 | Una fiesta retro con los Locomía Ricardo Luque / La Capital Bola de espejos, humo blanco, papelitos metalizados. El ritmo contagioso de Locomía agita el ambiente. Un abanico rojo igualito a los que regalaban en el Congreso de la Lengua dibuja arabescos en el aire. El hall de la vieja estación de trenes se convierte en una inesperada pista de baile. Uno espera que en cualquier momento la voz estridente de Marcelo Tinelli anuncie el comienzo de "Ritmo de la noche" y que uno a uno, Lanchita Bissio, el Gordo Bonadeo, el Teto Medina vayan cayendo por el "tira goma". Pero nada de eso sucede. Nada que ver. La que habla es Marina Naranjo (riguroso negro, peinado de peluquería, sonrisa de New Jersey), bromea sobre el contenido del portafolio escolar del que Juan Gianni no se separa ni a sol ni a sombra. Pedro Cantini, que con lentes de marco de metal y el pelo entrecano tiene un vago parecido a George Clooney, se acerca y le murmura algo al oído. Ríen a carcajadas. En un rincón Horacio Vargas trata de pasar inadvertido. Y no es para menos. Viste como un oficinista de banco de los años 50 y, lo que es peor, no puede controlar la atracción que siente por los sandwiches de miga. Sus dentelladas se escuchan desde los silos Davis. A su lado Dante Taparelli, que luce una camisa floreada en tonos marrones y riñonera a la cintura, baila como si hubiera escapado de la comparsa Ara Berá. "Tiene menos gracia que la Fuente de las Utopías", desliza al pasar un gordito que esconde sus ojos de pescado detrás de un par de gafas que parecen dos televisores blanco y negro. Entre las volutas de humo aparece como un fantasma Horacio Ríos. Con el pelo rizado y una remera negra de CQC ajustadita al cuerpo parece Pablo Rago en "Mosca y Smith". Camina directo hacia donde está Verónica Solina, que sin importarle el inexorable paso del tiempo insiste con el look Pocahontas que tanto éxito le dio en los dorados 80. De lejos Valeria Krupick, hace fuerza para mantenerse adentro de un par de ajustados jeans Levi's y mira sin ver. Aguanta estoicamente los embates de cuanto borrachín optimista anda por el lugar. La fiesta está en su apogeo. Aunque falta la cereza de la torta. El trencito con el intendente a la cabeza. Una pena. Michael se tomó la noche libre. enviar nota por e-mail | | |