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 domingo, 26 de diciembre de 2004  
Del furor a la calma, el campo le siguió dando de comer a la economía

Con una soja que tocó los 710 pesos en marzo, el sector agroindustrial arrancó 2004 dispuesto a comerse el mundo. Anuncios de inversión por más de 500 millones de dólares en la industria aceitera, ventas récord de maquinaria agrícola, fortísimas inversiones en acopio, tecnología, camiones y muchas camionetas, autos y cuatro por cuatro.

Que no se apaguen las bombitas amarillas, decían los productores de la región pampeana, respaldados por sus silobolsas, mientras volcaban los resultados de la cosecha a capitalizarse, arrendar campos y expandir sus negocios con una furia que empujó el boom de las ciudades del interior. Pero llegaron los chinos con su default en la compra de granos y los yanquis con su maldita supercosecha para empañar la fiesta. De golpe, los números se acercaron a la tierra y un buen día la soja llegó hasta los 450 pesos. Y com si fuéramos pocos, parió la roya.

Pero los campos no tienen persianas que cerrar y, con el colchón de los buenos tiempos, los empresarios del sector encararon la nueva campaña con otro aumento en la superficie sembrada y estrategias más ajustadas. Muchos se acordaron de las vacas amontonadas en los rincones que le dejó la soja y grandes empresas del sector agrícola entraron por primera vez en mucho tiempo en el negocio frigorífico, que el año próximo promete ser la vedette con un récord histórico de exportaciones. No se salvaron, eso sí, del tradicional escándalo de la cuota Hilton, este año más escandaloso que nunca, cuando un establecimiento que no puede operar se convirtió en el dueño de ese apetecible negocio.

Sin dejar de pelearse, como corresponde, los pocos tamberos e industriales que quedaron en el sector lácteo asistieron a la recuperación del mismo, que con menos ruido que las aceiteras, concentró inversiones por más de 50 millones de dólares. Si de diversificación se trata, uno de los capítulos más interesantes que dejó el año para el sector fue el lanzamiento de un polo de investigación biotecnológica en Rosario, un emprendimiento con el que, asociados al Estado, la nueva generación de chacareros va por la chapa de empresarios de la ciencia y la tecnología.

El conocimiento y la capacitación desbordaron este año en multitudinarios foros y exposiciones del sector. Pero también la reflexión. Más de dos mil personas se reunieron en el congreso de la tierra para recordar que, precio más, precio menos, casi 100 mil productores agropecuarios cayeron en una década y que son miles los que tienen problemas para acceder y permanecer en el capital más valioso del hombre de campo.

Sin pánico, 2005 promete ser un año de aterrizaje. Menos precios más costos y, probablemente, un repunte de la conflictividad, convivirán quizás con una diversificación de negocios dentro del sector. Todo esto mientras no llueva demasiado o falte agua porque, ya se sabe, la variabilidad y la incertidumbre son lo único seguro en el campo.
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