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 domingo, 26 de diciembre de 2004  
La deuda se apoderó de la agenda pero el gobierno no pudo con ella

Bonistas enardecidos, amenazas de embargos de bienes argentinos en el exterior, presiones del FMI y de los gobiernos europeos y sólo un acuerdo puertas adentro. Así transitó la Argentina este año -y el ministro Roberto Lavagna lo padeció en persona- la renegociación por la deuda en default. Que, por otra parte, más allá de las marchas y contramarchas, no logró resolverse en 2004.

Sobre fines de septiembre, el gobierno logra cerrar un acuerdo con las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP) por la deuda en cesación de pagos y con eso renace la esperanza de que la aceptación por parte de un importante porcentaje de acreedores allanaría el camino para el resto de la negociación. Así como llegó la euforia, sobrevino la decepción.

Un traspié en la grilla de bancos negociadores de la deuda y la infranqueable oposición de los bonistas del exterior, liderados por el belicoso italiano Nicola Stock, retardaron las negociaciones, que recién comenzarán a fines de enero próximo.

El presidente Néstor Kirchner utilizó cuanta tribuna internacional pudo para reafirmar la oferta inicial por la deuda -la quita del 75%- aunque las características de la misma fueron maquillándose con el tiempo, hasta llegar a reconocer los intereses caídos y un sui generis pago en efectivo mediante un cambio en la fecha de emisión delos bonos nuevos.

También, incorporó la figura del "acreedor más favorecido" lo que significa que si dentro de un plazo de diez años a partir del cierre del canje, Argentina ofreciese comprar o canjear cualquier título que hubiese participado del mismo, los poseedores de bonos canjeados tendrán la opción de participar de dicha operación en base al monto de deuda elegible que tenían originalmente.

Las gestiones por el apoyo internacional llevó incluso a la primera dama, la senadora Cristina Fernández de Kirchner, a visitar España para buscar aliados en el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero y el propio Rey Juan Carlos.


La presión del Fondo
El FMI, acreedor de lujo ya que la Argentina le lleva pagados 25 mil millones de dólares en pleno default, siguió marcando de cerca al país durante todo este año. Hubo dos revisiones de metas de las cuales el país salió airoso y la tercera se suspendió hasta que haya una solución al tema del default.

En rigor, el organismo multilateral presionó durante todo el año -a veces con mayor intensidad que otras- para que la Argentina arregle con sus acreedores privados y ni siquiera el cambio de autoridades (salió Horst Köhler y entró Rodrigo Rato) logró torcer esas intenciones.

Para sacarse esa espada de Damocles, el gobierno lanzó la idea de cancelar las deudas con el organismo, algo que todavía parece más una intención que una posibilidad concreta.
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Pese a la buena relación entre Kircher y Rato, el FMI siguió presionando a la Argentina.

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