| domingo, 26 de diciembre de 2004 | Cruceros de la muerte Con gran preocupación me enteré de que una señora, con indisimulable acento extranjero, que sería médica y llaman o se hace llamar doctora aborto, anuncia con total impunidad desde nuestro país su invitación -oferta- a mujeres embarazadas a practicarse un aborto. Invitar a cometer un delito, cualquiera que sea y ofrecer servicios en torno a ello, ya constituiría un delito autónomo respecto de aquel cuya comisión se propicia. Por si no fuera grave y repugnante el acto criminal de quitar la vida a un ser humano totalmente indefenso, se suma como aditamento de cobardía: la realización de tal delito en alta mar, seguramente para escudarse en la impunidad que brindaría tal escenario. Otra vez las aguas como escenario del crimen, un punto en el que resulta inevitable relacionar tan aberrante acto con acontecimientos pasados de nuestra negra historia donde también se mató recurriendo a la complicidad de las aguas; claro que en este caso en lugar de vuelos de la muerte correspondería hablar de cruceros de la muerte. Mi preocupación como ciudadano y como profesional del derecho radica en que frente al ofrecimiento realizado desde nuestro territorio a ejecutar conductas que se encuentran tipificadas como delito por nuestro Código Penal. No sólo debe preocupar la falta de reacción oportuna del Poder Judicial sino que también debe interpelarnos la evidente falta de reacción del pueblo. El aborto para nuestro derecho es un delito, siendo el bien protegido la vida del ser humano, cuya existencia se reconoce desde el momento de la concepción.
Eduardo Daniel Lioi.
DNI Nº 20.174.976
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