| sábado, 18 de diciembre de 2004 | Las hermanas Cossettini y una experiencia pedagógica única La maestra que prefirió soñar y construir Hace una semana falleció en Rosario Leticia Cossettini, quien desarrolló una peculiar manera de entender la enseñanza. Con su hermana Olga, dejó un proyecto revolucionario: la "Escuela Serena" Marcela Isaías / La Capital "No hemos querido preconizar qué es lo que puede hacerse. Hemos preferido soñar y construir". La afirmación pertenece a Leticia Cossettini, la hizo en 1945 al escribir sobre sus prácticas pedagógicas encaradas en la escuela Gabriel Carrasco, de barrio Alberdi de Rosario.
La diferencia entre preconizar y soñar y construir es sustancial. Es quizás la marca que permite que cada día las preguntas sobre la experiencia de la "Escuela Serena" sean motivo de búsqueda y nuevos interrogantes, sobre todo en tiempos en que la educación parece venir envasada en recetas sobre cómo, para qué y por qué hacerlo.
De sueños y construcciones reales. De esos dos condimentos indispensables se levantó una de las experiencias educativas más valiosas en la historia de la educación pública. Y, como decía Leticia, de sueños y construcciones estimulados por artistas y educadores, pero donde fueron "los niños los que, con su intuición maravillosa y rica emoción, nos pusieron en el camino de la verdad".
Los sueños se apoyaron en la creencia de que una escuela basada en la creación, la solidaridad y el gesto de lo humano eran posibles. Las construcciones se dieron en el respeto, la valoración por el conocimiento y la belleza como artífice de los aprendizajes.
La utopía que mueve cada día la educación tuvo eco en la experiencia de la Escuela Carrasco. La tarea de las hermanas Olga y Leticia Cossettini es hoy transmisión y herencia de una educación que hace culto del oficio de enseñar. También, y como señalara la pedagoga Graciela Frigerio, de lo que es un buen maestro: "Aquel que se resiste a perpetuar la reproducción de las desigualdades; que interrumpe la repetición de lo mismo cuando lo mismo sólo construye diferencias; y se habilita a inaugurar. Un buen maestro -dice- es el que no renuncia, el que no se resigna. El que siente que su confianza en el otro es, lo que es para cada otro, un gesto existencial".
Y sí, Leticia y su hermana Olga inauguraron una nueva manera de pensar la escuela.
Naturaleza y sensibilidad El trabajo de las Cossettini se concretó en una experiencia única desarrollada en Rosario y que le valió el nombre de "Escuela Serena". Es que naturaleza y valoración por la sensibilidad estética se unieron para dar forma a las clases donde Olga ejercía como directora y Leticia oficiaba de maestra.
Entre 1935 y 1950 -tiempo que duró la escuela experimental- los sueños de las maestras santafesinas se volvieron clases donde el conocimiento tenía un lugar de privilegio, los libros no decoraban bibliotecas sino que circulaban de mano en mano para contagiar lectores; las excursiones, el cultivo de la huerta, los laboratorios no eran ocasionales ni formaban parte de pequeños proyectos aislados sino que eran la consecuencia de un enseñanza basada en la cooperación y el aprecio por el trabajo.
En las clases de Leticia convivían los hijos de los pescadores, obreros, pequeños comerciantes y profesionales cultos. La posibilidad de la escuela pública de calidad y constructora de ciudadanía era palpable.
Una inusual sensibilidad hizo de Leticia una maestra que enseñó a amar a las artes. No fue casual que, sentada bajo un árbol y mientras leía cuentos a sus alumnos, el canto de los pájaros la inspirara a formar un "Coro de pájaros", en realidad integrado por niños que los imitaban. "Digno del paraíso", comentó al escucharlo la poetiza Gabriela Mistral.
Las clases de teatro, pintura y títeres se combinaban con la enseñanza de la lengua y las ciencias. Todo parecía natural, nada funcionaba ni como recurso, ni disparador ni excusa de didácticas de moda. El arte y la ciencia valían por sí mismas como inspiradoras de una gran confianza en lo que cada niño podía expresar y aprender.
La experiencia de las Cossettini incomodó a mediocres y autoritarios. Por eso, en 1950, el ministro de Educación de la provincia Raúl Rapella separó del cargo a Olga Cossettini con la pretensión de borrar la experiencia.
Cincuenta y tanto de años pasaron de la experiencia y unos pocos días después, alguien avisó: "Murió Leticia". El 19 de mayo pasado había cumplido 100 años. "He tenido una vida simple y bella, no espero nada en especial en este aniversario", le había confesado en esa oportunidad la maestra de Alberdi a este medio como para reafirmar la convicción de sus acciones.
La noticia de su muerte fue recogida con una pena infinita por quienes la conocimos en persona o por su obra. Como ocurre en estos casos, docentes, familiares, amigos y ex alumnos fueron a despedirla el domingo pasado al cementerio. También estaban un representante municipal (Juan Carlos Zabalza) y un ex intendente de Rosario (Hermes Binner). Ningún funcionario del Ministerio de Educación santafesino ni de la provincia.
Es extraño. Las noticias suelen correr por los pasillos de los gabinetes antes de ser publicadas. La ausencia y el silencio son todo un símbolo y una nueva obligación de renovar el compromiso con la escuela pública que soñaron y construyeron las hermanas Cossettini. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Leticia Cossettini, al cumplir 100 años. | | |