Doy mi testimonio

Leí con mucha atención la opinión de Adrián Abonizio publicada en La Capital del 16 de diciembre sobre el catolicismo y el judaísmo. Sinceramente quedé sorprendido porque todo lo que él refleja tiene algo de razón y algo de desconocimiento. De chiquitos nos enseñaron que había un Dios con un látigo que azotaba a los pecadores, cuando en realidad el único azotado fue El por nuestras nuestras culpas, nuestros pecados y rebeliones. No me gustaría entrar en controversias pero irremediablemente tengo que poner mis cartas sobre la mesa y a esta carta la llamo mi testimonio. Corría agosto del 98 cuando un joven arruinado por la droga, en una década cocainómana, vendía todo lo que tenía a su alcance, hacía infeliz a su padre y era despreciado por todo el barrio industrial, aun por los que se creían religiosos, psicólogos, psiquiatras y médicos especialistas que no podían entender tanta degradación, inmoralidad y salvajismo. Pero en ese agosto frío, llegó el bendito día 23 en el cual a ese joven le hablaron y le dijeron que "hay una salida"; el muchacho desesperado por salir de esa pesadilla probó "la salida". ¿Los resultados?, hoy están a la vista. Seis años y medio más tarde ese joven está recuperado de su adicción a toda clase de vicio y el barrio mira atónito uno de los muchos casos en donde los que estaban perdidos fueron encontrados. Ese joven soy yo. "La salida" se llama Jesús. La religión separa, lo único que nos une es una relación cautivante, profunda y amorosa con el hijo de Dios. Jesús dijo: "Yo soy el camino", el único camino a Dios. Hoy soy feliz, hoy río con los que ríen, hoy lloro con los que lloran, hoy aprendí a amar porque primero fui amado por Jesús. Hoy mis pecados, inmoralidades y blasfemias fueron abolidas mediante el sacrificio de Cristo en la cruz. Mi deuda está paga y no es por mis propios méritos. Hoy puedo gritar a quien quiera escucharme: hay Dios y me cambió la vida. Gracias Jesús, sin ti mi vida no tiene sentido.

Edgardo Walter Aguilar

DNI 20.660.566