 | | martes, 14 de diciembre de 2004 | La Feria y sus valoraciones Con cada edición de la Fiesta de las Colectivades reaparecen una serie de cuestionamientos que van desde las molestias que sufren los vecinos por el sonido, los residuos que dejan los asistentes sobre las veredas, a la falta de medios de transporte, la escasa seguridad o la carencia de ofertas que superen las gastronómicas. En los 20 años que se viene celebrando este acontecimiento, las críticas han sobrepasado siempre a los reconocimientos. Por lo general, se trata de reparos razonables hacia los organizadores, aunque no siempre se realizan con una justa valoración del evento. Sin embargo, año tras año, la Feria se ha ido convirtiendo en un fenómeno popular de impredecibles alcances.
En la noche del domingo, asistieron unas 70 mil personas y en total pasaron más de 650 mil. Es una cifra para considerar seriamente y de la que se pueden hacer muchas lecturas. Si la mirada se centra en la recaudación es probable que se termine estigmatizando a cada uno de los stands, por su afán de lucro. Si se enfoca en el aporte artístico y documental, es fácil hallar que esos jóvenes que suben al escenario no logran buenos registros al cantar o la coreografía de una danza nunca llega a la precisión esperada. Pero si se observa en el público asistente se puede apreciar, sencillamente, a personas que se distraen, caminan un rato, observan un número, hacen cola, se sientan a una mesa a comer, miran fotos, mapas, artesanías, conversan un momento alegremente y luego se retiran. Por lo general, es gente que se vuelve en paz a su hogar, como si hubiese cumplido una promesa secreta con sus ancestros, ya que sus conversaciones siempre se derivan en los padres y abuelos.
Tal vez la ciudadanía tenga que empezar a reparar más en este costado de la Feria. En la importancia de que el Encuentro haya permanecido como tal en estos veinte años, pese a las crisis consecutivas que sacudieron los cimientos institucionales del país. En la existencia de un espacio público que, aún lleno de imperfecciones, posibilita a los nuevas generaciones un puente elemental hacia las corrientes culturales que conformaron esta región. Aunque todo suene a gastronomía, como en las fiestas navideñas.
Por otra parte, la Feria no es más que un reflejo del actual estado de las cosas, individual y colectivamente. Desde luego, resultan valiosas las críticas para mejorarla, innovarla, corregir errores para el próximo año. Pero también valorar su existencia y el empeño que sostienen los organizadores. enviar nota por e-mail | | |