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 sábado, 11 de diciembre de 2004  
Pasará 10 años preso por un crimen
La condena recayó en un hombre que asesinó a un empleado municipal de San Lorenzo con el que discutió

El dueño de un terreno ubicado en las afueras de San Lorenzo fue condenado a 10 años y 8 meses de prisión por matar de un escopetazo a quemarropa a un empleado municipal tras una discusión absurda. El condenado no quería que los trabajadores de la perrera, ubicada a unos 100 metros de su propiedad, transitaran por la calle que pasaba frente a su casa. Esa exigencia era el comienzo de discusiones frecuentes, incluso de la que se originó el 6 de marzo de 2002, cuando Darío Esquivel tomó un arma calibre 16 y ultimó a Ariel de la Cruz, quien se encontraba desarmado.

Esquivel fue condenado con la pena mínima prevista para el delito de homicidio agravado por el uso de arma de fuego. La Sala III de la Cámara Penal, en un fallo reciente, confirmó la sentencia.

El detenido vivía en un predio en las afueras de San Lorenzo en calle Pública sin número. El terreno, de 70 metros de largo por 70 de ancho, estaba cercado con alambre de púas y cerrado por una tranquera. La calle frente al lugar conducía a la perrera, situada a unos cien metros de la casa de los Esquivel. El uso por parte de los empleados de la perrera había ofuscado muchas veces a Esquivel, quien les reprochaba que transitaran por allí.


Insultos y golpes
El 6 de marzo de 2002 lo que siempre había sido un cruce de insultos se convirtió en un incidente más grave. El empleado Ariel de la Cruz discutió con un hermano de Esquivel, Darío, a quien golpeó en medio del altercado. El muchacho agredido fue a la comisaría 17ª de esa localidad a denunciarlo, acompañado por sus familiares, mientras su hermano Miguel Angel se quedaba custodiando el terreno.

En esas circunstancias se produjo el crimen que fue denunciado veinte minutos más tarde, en la misma seccional, por un compañero De la Cruz. El trabajador relató que desde comienzos de ese año De la Cruz tenía problemas con los Esquivel. Ese día, dijo, él realizaba tareas de limpieza cuando escuchó un disparo, salió a buscar a su amigo y lo encontró a casi una cuadra de distancia, tendido en el suelo y con sangre en el pecho. A su lado, Miguel Angel Esquivel le apuntaba con la escopeta. Tras oír ese relato, la policía fue hasta el lugar y encontró el cuerpo de De la Cruz.

"Ariel pasaba a cada rato y nos insultaba diciendo que iba a buscar un revólver y nos iba a matar", replicó el acusado cuando la policía le preguntó que había pasado. El detenido dijo que esa tarde, luego del incidente con su hermano, el empleado de la perrera se acercó a su predio "para hablar". Esquivel lo recibió con la escopeta cargada, del otro lado del alambrado.

En esa situación, Esquivel volvió a exigirle que no pasaran más delante de su casa. "La calle es de todos", le respondió la víctima, quien según Esquivel llegó a arrojarle una trompada antes de recibir un balazo a quemarropa. "No quise matarlo, sino asustarlo", se defendió el detenido.

No obstante, para el juez Giraudo, al cargar la escopeta y acercarse con ella a un hombre desarmado, Esquivel asumió voluntariamente las consecuencias de su decisión. Además, la autopsia fijó que hubo una distancia de seis centímetros entre la boca de fuego y el cuerpo de De la Cruz.
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