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 sábado, 11 de diciembre de 2004  
El cazador oculto
El negocio de los sueños perdidos

Ricardo Luque / La Capital

"Nike es la cultura". Desgarradora, la voz del Indio apenas se deja oír detrás de una sólida pared de guitarras eléctricas. Canta, cuatro frescas, como siempre. Un pibe corre, vuela, con las balas zumbándole en los oídos. Viene de un piquete, de robar un estéreo, de la cancha. No queda claro. Eso sí, está escapando, de la ley, de su suerte, importa poco, mientras corra, vuele, sobre la zuela de goma de esas Nike flamantes que lo hacen sentir como Michael Jordan. En el aire, flotando en una nube de flashes y a punto de alcanzar la gloria en la pantalla de ESPN. Pero el sueño del pibe, que cuando deje de correr, de volar, va a estar listo, es un negocio de grandes. Y el juego, su juego, ese que le pintaba una sonrisa en la cara cuando corría, volaba, en el potrero, no es más que una estrategia de marketing. Como la fiesta para celebrar los 115 años que Central lanzó con un glamoroso cóctel en los salones del remozado y coqueto bar El Cairo. Ahí llegó buscando un refugio ante tanta alegría leprosa Roberto Caferra, con la camisa desabrochada como un hincha de tablón y una calculadora en el bolsillo. Pero no para sumar y restar los puntos. Nada que ver. Es que su editor, el insaciable Perico Pérez, montó en el local un exhibidor de "Canalladas" y, fiel al pulso de los nuevos tiempos, el periodista quería aprovechar la ocasión de hacer una diferencia. "Negocios son negocios", susurró entre dientes Gabriel Riestra, el socio del silencio, mientras contaba mentalmente las ganancias que le dejaría la velada. Su rostro pálido se iluminó cuando vio las cámaras de televisión. Aunque no quedó claro si fue por las bellísimas cronistas destacadas para cubrir el evento o por la posibilidad de meter el chivo de Homo Sapiens. Los que lo conocen aseguran que ni siquiera reparó en Erica Fontana, que acalorada se dejó caer por el lugar con una diminuta musculosa negra que dejó sin aliento a propios y extraños, y mucho menos en Eveling Arach, que más recatada pero no menos insinuante, causó sensación con su finísimo estilo Modigliani. "No puedo más, me voy", se quejó Guillermo Ferretti, mientras miraba como si la vida se le fuera tras el andar sensual de la movilera de Cablehogar. Y es verdad, se fue, pero no con las manos vacías.
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