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 domingo, 05 de diciembre de 2004  
Cocina: Cerveza, magia rubia y negra

Quique Andreini / La Capital

Misteriosa y milenaria, la cerveza conquistó los paladares de todo el mundo. Resulta casi imposible localizar el lugar y la época en que el hombre elaboró por primera vez la cerveza. Algunos historiadores sostienen que nació en la antigua Babilonia, de ahí la frase de "estar en babia" (estado en el que solemos caer luego de una copiosa ingesta de cerveza). Fue declarada bebida nacional por los egipcios, quienes la endulzaban con miel y la mezclaban con dátiles y canela. La historia cuenta que cuando se bebía esta preparación "la gente se ponía alegre, cantaba y bailaba". ¿No le hace acordar a ciertos parientes suyos?

Justamente por esos efectos se la daban de beber a los agotados esclavos que trabajaban en las pirámides (por lo tanto, si su jefe insiste en que beba cerveza mientras trabaja, desconfíe). Herodoto elogió muchísimo a la cerveza, aconsejándola para remediar ciertas enfermedades, entre ellas la picadura de escorpión, motivo por el cual siempre aconsejo a mis lectores llevar un escorpión en el bolsillo. Nunca se sabe.

La temperatura ideal para disfrutarla es, indudablemente, cuestión de gustos y del tipo de cerveza elegida, pero como norma general le aconsejo beberla fría pero no helada. El límite de temperatura más baja admisible en verano, ronda los 7 grados para las sutiles cervezas rubias, y unos cuantos grados más arriba para las espesas negras. El beberlas heladas supone el riesgo de anestesiar el gusto dando por resultado beber un líquido helado pero anónimo. Su baja graduación las hace parecer inocentes, pero cuidado, cuando menos se lo espera un inestable mareo sacude hasta el alma.

En cuanto a dónde beberla, lo ideal es usar los gruesos chopps que tienen la virtud de aislarla de la temperatura ambiente, como contrapartida lamentablemente tienen la desventaja de no dejar desarrollar la espuma, dato fundamental para detectar la calidad de la cerveza: cuanto más espuma y más persistente, mejor.

El recipiente usado debe mantener bien el frío y es aconsejable que no tenga más de medio litro de capacidad. De esa forma no de le damos tiempo a que se entibie, ni que pierda la blanca espuma. Asegúrese de que el vaso esté correctamente limpio y libre de grasa: atenta contra la espuma. Los restos de detergente opacarán su sabor. Para servirla, los buenos bebedores inclinan el vaso unos 45 grados y dejan caer un poco de cerveza sobre las paredes, luego lo enderezan y siguen vertiendo. Obtienen así una equilibrada cantidad de espuma.

La cerveza es un excelente acompañamiento para muchas comidas, y ya nadie la mirará con ojos desorbitados si la disfruta junto a un goulash o un chucrut con salchichas, y por qué no, con una humeante milanesa con crujientes papas fritas. Caería en lo obvio si le dijera de acompañar la pizza con cerveza, pero sepa que en el resto del mundo no es así.

La cerveza no mejora en la botella, por lo que carece de sentido guardarla. Debe beberla de inmediato, eso si, previamente enfriada y habrá cumplido exitosamente un rito con espuma. Y para acompañarla, como corresponde, unos deliciosos "aros de cebolla".

Pele 4 cebollas y corte en aros de menos de medio centímetro de espesor. Páselos por leche y luego por harina condimentada con sal y pimienta. Frite en aceite caliente de cuatro a seis minutos, o hasta que estén dorados. Escurra, coma y también beba.
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