Año CXXXVII Nº 48585
La Ciudad
Opinión
Policiales
La Región
Información Gral
El Mundo
Política
Cartas de lectores


suplementos
Economía
Escenario
Mujer
Señales
Ovación
Turismo


suplementos
ediciones anteriores
Educación 27/11
Salud 24/11
Autos 24/11

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 28 de noviembre de 2004  
Confesión de una mujer condenada a perpetua por el crimen de su pareja
"Es mentira que maté a mi marido"
Alicia Ramona Vernero denunció que, tras ser detenida, la policía le arrancó el testimonio bajo amenazas

Ariel Etcheverry / La Capital

Dos fallos judiciales dijeron que era culpable del alevoso asesinato de su marido, ocurrido el 11 de julio de 2002. Las pruebas reunidas en su contra fueron contundentes para los jueces que tuvieron a su cargo la dilucidación del hecho. Dos años después del episodio que además de terminar abruptamente con la vida de un hombre, destruyó a una familia, Alicia Ramona Vernero jura que es inocente y que en aquella fatídica madrugada la policía le arrancó una confesión bajo amenazas contra ella y sus hijos. Actualmente está alojada en la Alcaidía de Mujeres de la Unidad Regional II, de La Paz al 400, donde cumple una condena de prisión perpetua, una situación que la tiene muy perturbada, con profundos pozos depresivos que en una oportunidad la llevaron a intentar quitarse la vida.

"Soy inocente, no soy una asesina. Quiero que los jueces escuchen mi versión", dirá una y otra vez durante una conversación con La Capital. Una charla desordenada y entrecortada por los quiebres de ánimo de una mujer que asegura no tener fuerzas para soportar un encarcelamiento de por vida por algo que no hizo. Vernero asegura que no tenía ningún motivo para matar a Francisco Di Schino, su marido y "primer hombre" de su vida.

"Es mentira que maté a marido. Como también que nos lleváramos mal y que estuviéramos por separarnos. Teníamos proyectos como irnos a pasear 15 días a Italia. Lo único por lo cual teníamos problemas era por su adicción al juego. Franco jugaba mucho y gastaba unos cien pesos por día. Una vez me dijo que tenía un amigo comisario que lo aguantaba cuando no tenía plata y que le había hecho muchos favores. Pero nunca mencionó su nombre. Una vez, cuando tuve que ir a buscarlo a un bingo porque me había dejado plantada dos horas en un supermercado, me dijo: ese que está allá es un comisario amigo que me hace muchos favores. Pero lo vi de lejos y el hombre estaba de espalda", recuerda.

-¿Qué pensó cuando la Cámara de Apelaciones ratificó que usted debía seguir presa de por vida?

-Sentí una gran decepción. El juez (de sentencia José María) Casas le había dicho a mi hija que por mi contextura física no creía que yo fuera capaz de hacer algo así. Me prometió un careo con el comisario que me presionó para firmar la confesión, y no lo hizo. Hay algo oculto detrás de todo esto. Yo firmé una confesión porque estaba amenazada. Sino yo no voy a hacerme cargo de una muerte que no causé. No soy una asesina. Si hubiera tenido un amante, como decía la policía, me hubiera ido de casa. Si yo mintiera, me haría pasar por loca. Muchos matan y dicen que lo hicieron en un momento de locura, o que estaban deprimidos o que los mandó el Diablo. Yo no creo eso.

Vernero prefiere no identificar al oficial que supuestamente la amenazó con mandarla a ella y a sus hijos a prisión sino confesaba su responsabilidad total en el hecho. Dice que lo hace para proteger a los chicos y porque confía que aún se pueden investigar otras hipótesis.

-¿Qué sucedió aquella madrugada?

-Para empezar, mi marido salía todas las noches. Y ese día se quedó en casa. Estaba muy nervioso y hasta llegó a decirme que lo habían amenazado por teléfono. Si bien no mencionó la causa, yo sospeché que le debía plata a alguien por el tema del juego. Como a las 2.30 o 3 tuve que ir hasta el Hospital de Emergencias para pedir un turno. Los chicos estaban su pieza y Franco en la suya, todos dormían. Cuando cerraba la puerta de calle y estaba sobre el jardín escuché un ruido detrás de una planta. Entonces apareció un hombre, al que no alcancé a verle la cara. Me tapó la boca con una mano y con la otra me apretó la espalda. Y me dijo: quedate quieta, dónde está tu marido que me debe plata. Y me metió otra vez adentro.

-¿Cómo era ese hombre, lo pudo ver?

-Sólo sus manos. Eran manos jóvenes y de un hombre de raza negra. No digo morocho, digo negro como los africanos o brasileños (sic). Tenía un anillo de plata con una punta.

El relato de Vernero presenta algunas lagunas. Las mascotas de la familia, dos perros siberianos, no detectaron el abrupto ingreso del intruso ni la situación de tensión dentro de la casa. A todo esto, el delincuente la interrogó otra vez para saber dónde estaba Di Schino y reiteró que le debía mucho dinero.

"Le dije que estaba durmiendo. Le pedí que no les hiciera nada a mis hijos, que estaba dispuesta a pagarle yo misma. Me contestó que estaba bien, pero me hizo entrar a la pieza de mis hijos y me ordenó que me quedara allí hasta que lo escuchara cerrar la puerta. Pero enseguida escuché un portazo y un grito tremendo. Salí del dormitorio y cerré con llave la puerta de los chicos porque pensé que este hombre se metería adentro. Cuando me doy vuelta lo veo a mi marido parado en la puerta del dormitorio, apoyado con una mano contra el marco de la puerta, en una posición o gesto muy típico de él".

Vernero se levanta de la silla y demuestra la posición en que encontró parado a Francisco. "Mi hijo me gritaba desde adentro de la pieza para que le abriera la puerta. Cuando lo hice, mi marido pasó entre nosotros y se desplomó en el antebaño. Entonces le tomé la muñeca y comprobé que tenía pulso".

-¿No lo vio lastimado por puñaladas?

-No. Cuando le tomé el pulso comenzó a salirle sangre del costado. Mi hijo llamó al 101 y enseguida llegó la policía.

-¿Es verdad que usted tenía un amante y que quería rehacer su vida, algo a lo que su marido se oponía? (Esa fue la conclusión a la que llegaron los jueces como móvil del crimen).

-Es mentira. Yo no tenía amantes. Sí tenía un amigo, Angel. Es verdad que hablé por teléfono con él horas antes, y que nos llamábamos para desearnos buenas noches. Pero éramos muy buenos amigos, yo lo ayudaba a limpiar la casa. Nunca fuimos amantes. Yo no tenía problemas con mi marido, salvo la cuestión del juego. Le digo la verdad, y estoy dispuesta a someterme a cualquier prueba, de hipnosis, de la mentira, para que vean que no miento.
enviar nota por e-mail
contacto
buscador

Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Alicia Vernero sostiene su inocencia con un relato quebrado.

Notas Relacionadas
Días "tristes"

¿Qué pasó esa madrugada fatal?


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados