| domingo, 07 de noviembre de 2004 | Grupos de tejedoras: Crecimiento compartido El beneficio que otorga el trabajo grupal frente a un objetivo común produce un extra a la tan conocida disposición de los seres humanos a agruparse: esa necesidad de unirse con otros produjo la primera organización social desde tiempos inmemoriales.
Los resultados son indiscutibles: aprendizaje, crecimiento, cooperación, crisis, avances y replanteos se ponen en juego en la tarea grupal (la raíz del trabajo cooperativo está emparentado con la modalidad del ser humano como ser social y su disposición a agruparse para optimizar los objetivos.)
Ya desde la época prehispánica conocemos la importancia de talleres de tejedores en el Imperio Inca quienes sobresalían por su especialización en la calidad de sus tejidos, entre ellos, los cumbicamayos, artesanos que tejían las telas más exquisitas para el Inca: cumbi. Las vírgenes del sol (niñas elegidas por su belleza) se las mantenía en los acclahuasi: lugares especiales donde tejían valiosas telas de vicuña que se quemaban en sacrificios, y estaban reservadas para esposas del Sapa Inca (príncipe de los Incas) y otros dignatarios.
En el viejo continente, un ejemplo de tarea grupal es la fábrica de Tapices de Madrid, del año 1700 (Francisco Goya pintaba los cartones que luego se tejían en el telar). Grupos de tejedoras se sentaban frente al mismo telar de grandes dimensiones en la tarea de tejer el diseño del cartón, para producir tapices que decoraban las cortes españolas, y que aún hoy en día continúan su producción y su comercialización.
Rosario no está exenta y tiene sus propias experiencias locales, con las características específicas que le confiere un centro urbano con una población multiétnica y pluricultural. La Cooperativa de tejedoras del Barrio Las Flores Nuestra Señora de Itati tiene su inicio en el año 96 como una experiencia que comenzó con un grupo de mujeres del Barrio que se reunían en la parroquia Itati (de allí su nombre) donde funcionaba el comedor.
Un grupo de veinte mujeres de variada edad comenzaron a capacitarse en las técnicas de tejido en telar, anudados, teñidos y tejidos triangulares. Actualmente continúan trabajando, y sus producciones textiles artesanales están presentes en eventos locales, nacionales y con alcance en el exterior.
Otras experiencias de funcionamiento de trabajo grupal en nuestro país es el modelo de la cooperativa PUNHA, sigla que significa por un Hombre Nuevo Americano (un agrupamiento de jóvenes tejedoras que hace 15 años en la Puna Argentina tienen la aspiración de formar un nuevo modelo de trabajo de sólidas raíces).
El grupo sostiene que a través del aprovechamiento de los recursos naturales de la región, se toma conciencia de la pertenencia a la cultura andina para revalorizarla. Sus principios son defender la justicia y la dignidad humana, fomentar la solidaridad y la cooperación entre los hombre.
Tiene como objetivos dinamizar los recursos naturales y humanos de la zona para crear fuentes de trabajo e impulsar el desarrollo de la región para evitar el desarraigo del hombre de la Puna. La cooperativa ya ha capacitado a 1500 artesanos en el tratamiento de la lana de llama y están especializados en diferentes rubros relacionados entre sí, logrando un producto de alta calidad y muy buena comercialización.
Otro ejemplo de esta forma de trabajo en grupo es la del Centro de Textiles Tradicionales de Cuzco (a cargo de Nilda Callañaupa Alvarez, en el corazón de los Andes Peruanos) dedicado a preservar las técnicas y diseños milenarios de los tejidos de las antiguas comunidades incaicas. Una veintena de tejedoras se reúne dos veces por semana para recrear con sus manos las técnicas textiles andinas que hoy se encuentran en peligro de extinción.
"El tejido forma parte de nuestra historia, la reunión de estas comunidades de tejedoras constituye un acontecimiento social en el que afloran los valores, las costumbres, el idioma de nuestros antepasados. Queremos que sean modelo para generaciones venideras para que aprendan a valorar el pasado. Nuestra meta es lograr tejidos de calidad, usando tintes artesanales y los estilos de nuestros ancestros", comentó Nilda.
Actualmente el grupo está constituido por veinte tejedoras de diferentes edades, algunas de ellas madres e hijas. Nilda ha conformado un conjunto integrado por niñas para que aprendan desde pequeñas los secretos del arte textil andino. Estas experiencias se unen a otras similares, pero cada una con características específicas que se vienen realizando en Neuquén, Catamarca, Tucumán, Jujuy, Santa Fe, Buenos Aires, entre otras anónimas pero de gran aporte: experiencias que se repiten, modelos a tener en cuenta, crecimiento compartido, cooperativo y solidario.
Los grupos de mujeres tejedoras, además de recuperar viejos oficios artesanales, pueden disfrutar de:
* El beneficio del grupo y sus aportes.
* La inserción laboral.
* Generar nuevos recursos y fuentes de trabajo.
* Vivenciar el sentido de pertenencia frente a un objetivo en común.
Esta manera de trabajar abre caminos y eleva la calidad de vida de sus integrantes creando un tejido social que dignifique a sus hacedores.
Claudia Goldin
Psicóloga y artista textil
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