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 domingo, 07 de noviembre de 2004  
Decisiones personales
Viaje interior

A menudo la filosofía ha sido considerada un saber complejo y abstracto reservado para una elite de iniciados, olvidando el sentido originario que se puede explorar a través de su significado etimológico: la filosofía es amor a la sabiduría y búsqueda constante de los porqués esenciales para todo ser humano.

La filosofía es una reflexión sobre y para la vida. Los antiguos estoicos y epicúreos decían que era maestra de la vida, pues tenía como misión orientarnos para hallar la felicidad. Aunque no todos lo adviertan, cada quien tiene su filosofía personal: esa particular trama de ideas acerca de la realidad que conecta y sustenta las propias acciones.

Un paso más en el camino del filósofo interior será comenzar a analizar cómo y qué se piensa del mundo y de la existencia. Para que cada uno pueda llegar a descubrir su filosofía de vida es necesario detenerse y observar las creencias que tenemos acerca de eso que llamamos "realidad".

Muchos se preguntan para qué sirve pensar y argumentan que quienes no piensan viven más felices. No obstante pensar por nosotros mismos es lo que impide que otros piensen por nosotros. Dado que la existencia es un constante elegir del que se desprenden consecuencias inevitables, quizás sea mejor que esas opciones las hagamos por nosotros con plena conciencia de hacia dónde puede conducirnos cada una de nuestras decisiones.

Es cierto que la filosofía no nos resolverá los problemas, pero podrá darnos otros enfoques que nos permitan decidir por nosotros acerca de qué queremos hacer con esos problemas. Nos permitirá tener otras perspectivas que aporten un modo útil para examinar lo que nos ocurre, y herramientas para imaginar posibilidades originales para transformar nuestra existencia.

La época actual, caracterizada por la aceleración y la fugacidad, impone ritmos vertiginosos que nos obstaculizan aminorar la marcha para pensar con claridad. Siempre estamos corriendo detrás de objetivos que se desvanecen y pierden su significado poco antes, incluso, de alcanzarlos. Dedicamos escaso tiempo a averiguar qué es lo que queremos y menos a hacer lo que nos gusta. Se dice que las más grandes distancias no están en el espacio sideral del cosmos sino en el interior de cada uno, en el inconmensurable recorrido que tenemos que transitar para conocernos a nosotros mismos.

Tal vez cada uno pueda recrear la propuesta vital de Sócrates y examinarse para cumplir con la máxima que recibía a los consultantes del Oráculo, desde el frontispicio del templo de Apolo en Delphos: "Conócete a ti mismo".

A lo largo de la vida solemos hacernos muchas preguntas. Algunas no tienen una respuesta única o taxativa, sino que remiten a otros cuestionamientos o se abren a una multiplicidad de respuestas. Por eso mismo, quizás, las descartamos. Pero es a través de esos interrogantes que se nos revela ese amante de la sabiduría: nuestro filósofo interior.

Podemos invitarnos a una travesía de preguntas que, probablemente, nos hicimos alguna vez y luego extraviamos: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué es la felicidad? ¿Qué es el bien? ¿Para qué vivo? El listado continúa. ¿Por qué no nos interrogamos con más frecuencia acerca de nuestros verdaderos deseos, anhelos, proyectos? Quizás sea el primer paso para asumir el desafío de comenzar a cumplirlos. Podemos intentarlo, interrogándonos junto al filósofo Bob Dylan: "¿Cuántos caminos tiene que recorrer un hombre para llegar a ser realmente un hombre? La respuesta, mis amigos, está soplando en el viento..."

Alicia M. Pintus

Filósofa y educadora. Docente universitaria

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