 | lunes, 01 de noviembre de 2004 | Historias El largo camino hacia una lengua Las primeras palabras españolas aparecieronen glosas a textos latinos escritas en el siglo XI Los primeros documentos que dejan ver palabras escritas en español y constituyen el acta de nacimiento de la lengua están escritos en latín. Esas palabras españolas fueron redactadas en los monasterios de San Millán y de Santo Domingo de Silos, cerca de Burgos, como glosas marginales de sermones atribuidos a san Agustín, que explican y traducen términos entonces de difícil comprensión.
Ese primer registro, que se habría producido en la primera mitad del siglo XI, no es sin embargo un punto de partida sino el de llegada de un largo recorrido previo. La historia de la lengua española está cifrada en su propio vocabulario, en su morfología y en su gramática, donde convergen aportes de las diversas lenguas de las que deriva y de cuyo cruce fue el resultado. El latín, la lengua madre del español, se desprendió a su vez del indoeuropeo, o más bien del celto-ítalo-tocario, uno de los ramales primigenios del indoeuropeo, que se expandió por Europa desde finales del tercer milenio antes de Cristo.
En los tiempos primitivos España fue poblada por pueblos llegados de la Europa continental y del norte de Africa. Entre los segundos estaban los íberos, relevados cinco siglos antes de la era cristiana por el historiador griego Herodoto, como habitantes de la región del río Iber (el Ebro actual). Antes de la ocupación romana, se escucharon en ese territorio dos lenguas indoeuropeas, el celta y el griego, que dejaron huellas perdurables (los términos historia y poesía, por ejemplo, derivan del griego).
Tras la guerra que concluyó en el año 201 a. C. los romanos expulsaron de España a los cartagineses, que de todas maneras dejaron su impronta en la toponimia (Málaga proviene de Málaka, Ibiza de Ebusus, por ejemplo). Hispania, la palabra con que los romanos llamaron al país conquistado, sería la latinización del nombre impuesto por los cartagineses, que significa "tierra de conejos".
En su dilatado dominio, los romanos impusieron el latín y desterraron las diversas lenguas que se hablaban hasta su ingreso. La única lengua que resistió ese avance, y que se preserva hasta la actualidad, fue el vascuence. De todas maneras, las lenguas prerromanas persistieron como el sustrato del latín, al que aportaron términos. Al mismo tiempo, mientras los romanos se expandían fuera de la península itálica, la religión pagana fue siendo sustituida por la cristiana, declarada religión oficial del imperio en el año 313.
Esa imposición del latín reconoció un límite: el griego. Fascinados con su lengua y su cultura, los romanos aspiraban a emular a los griegos. Así, mientras muy pocos súbditos de habla griega aprendieron el latín, el griego se oía constantemente en Roma y se hablaba más que el latín en el sur de Italia y de Sicilia.
La lengua literaria latina se configuró como un lenguaje aparte respecto de la lengua hablada por el común de la gente. Esta división se superpuso con la del latín clásico y el latín vulgar. Sin embargo, "el español y las demás lenguas romances no proceden del latín empleado por los supremos artífices del lenguaje sino del latín de la gente corriente y moliente, el latín hablado en las casas, en las calles, en los campos, en los talleres, en los cuarteles", advierte Antonio Alatorre en "Los 1001 años de la lengua española".
El latín vulgar simplificó las formas verbales y el orden de las palabras en la frase y eliminó las flexiones nominales del latín clásico. La ñ fue un sonido asimismo inventado por el habla popular. Lo que los gramáticos antiguos contemplaban, alarmados, como "incorrecciones" se convirtieron con el tiempo en normas de uso de la lengua.
Una nueva etapa en la historia de la lengua se abrió con la ocupación de la península por parte de los pueblos germánicos, los visigodos, que llegaron luego de la caída de Roma, en el año 410, fijaron su capital en Toledo y permanecieron a lo largo de dos siglos.
Los germánicos dejaron numerosas voces que permanecen en la lengua, en particular de términos relacionados con la guerra (comenzando por la propia palabra guerra y luego, entre muchas otras, bando, espía, heraldo, barón y botín, además de orgullo, ufano y riqueza). Expresiones que en su origen eran "barbarismos" y hoy sustentan la lengua. enviar nota por e-mail | | |