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 domingo, 31 de octubre de 2004

candi
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-Este domingo, amigos lectores, acaso el último, el mensaje es de Candi.

-Gracias Inocencio. A menudo, mucho más a menudo que lo deseado, las cosas no suceden como queremos; esa paz interior que es el efecto de las necesidades materiales y espirituales satisfechas no se alcanza y la felicidad es una utopía. Esa felicidad (entendida no como placer de los sentidos, sino como gozo del ser absoluto en cuanto es carne y espíritu) está muy lejos, en un punto del horizonte casi imperceptible y sólo imaginable. Anteayer al mediodía, en un bar del centro de la ciudad y ensimismado en mis reflexiones, comencé a observar (una vez más) las miradas, los gestos y actitudes de los caminantes y automovilistas que pasaban. De unas veinte personas que observé sólo unas pocas tenían la mirada sosegada, el rostro distendido y en mucho menos cantidad aún se dibujaba una sonrisa. No creo en la casualidad, pero alguien podrá decir que es probable que haya sido sólo una cuestión de azar. Sin embargo, creo que lamentablemente la tristeza y el miedo se han apoderado del ser humano de nuestros días porque el amor ha sido secuestrado. No hace falta que exponga los motivos. Todos nos sentimos solos, todos tenemos miedos. ¿Y qué otra cosa podía esperarse de un hombre que ha sido desamparado por la conducción social? Shakespeare decía: "De lo que tengo miedo es de tu miedo" y al hablar de este lúgubre sentimiento no son pocos los pensadores que han enfatizado sobre este particular y sutil "temer al temor". Sí, es cierto, miedo al miedo de uno mismo y del prójimo al que se ama. ¿Qué padre de hoy no piensa y siente cierto temor, por ejemplo, por el temor de su hijo que no advierte un futuro digno para su existencia? ¿Acaso el erudito, el rico, el talentoso y exitoso podrá no temer cuando su vida se desliza en una sociedad sin seguridad sustentable? Schopenhauer decía que "el instinto social de los hombres no se basa en el amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad". Lectores: acaso sea por esta misma razón que la sociedad no alcanzó esa paz de la que hablábamos, porque no caben dudas de que nadie se realiza por el miedo, sino por el amor. Ahora bien: si el Estado desampara a su pueblo, si el líder de un grupo se torna indiferente a las necesidades del mismo, si el jefe de una familia equivoca el rumbo o si simplemente en una pareja uno del par abdica del amor o se ausenta: ¿Cuál será el destino del ser humano sea éste considerado en lo social como en lo individual? ¿Sucumbir? De ningún modo y bajo ninguna circunstancia. Durante casi dos años en esta columna y cada domingo mostramos una realidad social angustiante no con el propósito de dormir en el lamento, sino con el objetivo de instar a superar dificultades. Ese incomparable hombre de ciencias y psicólogo que fue Víctor Frankl decía que el hombre no es sólo presente, sino futuro, pero también pasado. Y tanto es pasado que en una sesión magistral Frankl entrevista ante un profuso auditorio, con su consentimiento, a una paciente que moriría en los próximos días. La mujer recuerda cosas hermosas de su vida y Frankl le pregunta: "¿Cree que hay algo que pueda destruir la felicidad que usted ha experimentado? ¿Hay alguien que pueda borrarla?" Responde: "No, doctor, ¡nadie podrá borrarla!" Pregunta: "¿Alguien podrá borrar la bondad que usted ha demostrado en su vida? ¿Todo lo que ha hecho, todo lo que ha realizado?" Responde: "¡Nadie podrá hacerlo desaparecer!" Frankl le dice al auditorio entonces que es imposible que los hechos sucedidos en la existencia humana se borren como si no hubiesen jamás existido y añade: "Lo que importa en la vida es lograr algo, realizar algo". Y creo yo que no hay un "algo" más sublime para realizar en lo individual y en lo social que amar para alcanzar esa paz que libere al hombre de la soledad y el miedo. Esta tarea, ardua, difícil, no puede quedar para mañana, porque mañana será el futuro en que nos preguntaremos (como Frankl a su paciente) ¿Qué hemos hecho con nuestras vidas y con la de aquellos que nos rodean? ¿Qué hemos legado a nuestros hijos? ¿Se podrá borrar el resultado de las acciones realizadas sean éstas buenas o malas? Víctor Hugo decía: "El futuro tiene muchos nombres: para el débil es lo inalcanzable, para el miedoso, lo desconocido. Para el valiente, la oportunidad". Yo, para terminar, amigos, diría que la oportunidad del futuro para nosotros y para los que vienen es el amor que podamos prodigarnos y prodigar en el presente.

Candi II
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