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 domingo, 29 de agosto de 2004

Lecturas
Nuestra imprevisible historia

Alfredo Montenegro / La Capital

Ocultos entre las polvaredas de los combates y las sombras de las noches, algunos llamados próceres modelaron figuritas y cuadros con patrióticas poses. Pero investigaciones, documentos, cartas y archivos muestran que varias calles y plazas llevan nombres de argentinos que traicionaron, negociaron o aceptaron coimas para actuar en contra de los ideales independentistas.

En "Los héroes malditos", Mario "Pacho" O'Donnell trabaja con fuentes documentales que ponen en tela juicio la historia oficial, esa que benefició con indultos a sospechados próceres de nobles apellidos que formaban parte de las filas porteñas. En tanto, otros, "los malditos emblemáticos fueron condenados al olvido. Porque todo se puede perdonar, menos canalizar, interpretar y liderar los reclamos y la rabia de los sectores populares poniendo peligro los poderes de turno", dice O'Donnell sintetizando el maltrato y el encubrimiento del pasado.

"Sin conocer una historia auténtica no es posible el conocimiento del presente y calcular el futuro", ya advertía Arturo Jauretche. Por ello, el trabajo de O'Donnell colabora en la divulgación histórica.

Editado por Sudamericana, desde su aparición en mayo, la obra convocó a lectores que se le animan a las fronteras de las academias de historias oficiales. Una especie de democratización del conocimiento que hoy acorrala a una disciplina resguardada celosamente, utilizada como herramienta para justificar masacres, saqueos y traiciones.

Desde sus libros "El grito sagrado", "El águila guerrera" y "El rey blanco", el autor no aspira a enfocar los procesos que permiten una interpretación del recorrido histórico, pero ataca sucesos concretos ventilando lo oculto tras el bombardeo de informaciones sobre fechas de combates, cantidad de provisiones y nombres.

La amplia formación de O'Donnell en la divulgación histórica, el psicoanálisis, la literatura y el teatro acompañan custodiando el paso de una tropa de datos contundentes. Aunque quizás algo de la obra se desmerece por las referencias bibliográficas amplias, pero con citas casi perdidas al final de cada capítulo. También, el iniciar relatos emparentando hechos pasados y presentes, puede que le quite al lector la oportunidad de realizar su propia interpretación.

Pero son muy valiosas las sacudidas a los manuales de historia. Se apunta a que la imagen de Bartolomé, elevada ante el genocidio y explotación impuesto por la conquista, tapa el tráfico de esclavos que impulsaba ese fray, supuestamente "para aliviar a los indígenas".

El tema de la esclavitud recorre varias de las 246 páginas, la cuestión de la identidad asoma en la historia de un Juan Bautista Cabral que no era sargento y que en cambio era hijo de esclavos mulatos. Datos que parecen molestar al sueño de la Argentina europea, esa que también forjaron los 1.500 morenos que pelearon con San Martín.

El libro desempolva los primeros encontronazos entre criollos y españoles, las técnicas de dominación jesuíticas, la colaboración de los porteños ricos a los invasores ingleses, los incentivos a los chisperos para el 25 de Mayo y la corrupción que mató a Larrea.

O'Donnell se preocupa por anclar el pasado en el presente, así aborda en varios pasajes la prehistoria de la traición y corrupción. Entonces, no faltan menciones a la derrota de Huaqui y la versión sobre una entrega de Viamonte para frenar a Castelli; los coqueteos de Rondeau para vestir la camiseta del enemigo español; los congresistas de Tucumán que buscaban un soberano portugués; o la patética gestión de Carlos de Alvear y Manuel José García mendigando un protectorado británico.

No escatima dardos contra la clase alta salteña que entregó a Güemes, cuya muerte festejó la reverenciada Gaceta de Buenos Aires, y al legado rivadaviano de esa deuda que aún nos condena.

También pasa por Santa Fe al registrar las alianzas y traiciones entre Estanislao López y Francisco Ramírez, cuando dejan a Artigas seducidos por el oro porteño. Además, grafica la ruptura entre los caudillos litoraleños, cuando unas 30 mil vacas bonaerenses se mudan a estancias del santafecino.

El entrerriano general Urquiza también es sorprendido con esos 23 millones de pesos sacados del banco porteño para saldar favores y lealtades, o cuando pide dinero al imperio brasileño para atacar a Rosas. No falta la triste campaña de Lavalle y sus peripecias al lado del ejército francés, Sarmiento recomendando no economizar la sangre de gauchos e indios, además de las ansias de Alberdi de poblar el país, pero con rubios y de ojos claros.

"Los héroes malditos" también retoma la pelea de anónimos y el fervor revolucionario de tapados, como los caudillos altoperuanos, el ideario liberador de Artigas y la molestia que ocasiona a muchos la amistad entre San Martín y Rosas.

Si el maestro Jauretche revisara el libro, retomaría sus palabras, cuando advertía: "Surge de lo expuesto que la falsificación de nuestra historia ha perseguido el doble fin. El primero, determinar un mito fundacional funcional al modelo de país diseñado por los vencedores de Caseros. Y, el segundo: impedir que los argentinos poseamos la técnica, la aptitud para concebir y realizar una política nacional".

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Entrerriano. El general Urquiza lep idió dinero al Imperio Brasileño para atacar a Rosas.

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