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 domingo, 29 de agosto de 2004

EDITORIAL
Las razones del oro

Ayer fue, sin dudas, un día que quedará en la historia del deporte argentino. Pero si se piensa cuánta incidencia posee el deporte en la vida del país, y el nivel de pasión que despierta en su gente, es posible asegurar sin temor a equivocarse que la de la víspera fue una jornada que ya es parte de la historia argentina. Dos grupos de jóvenes deportistas, basquetbolistas y futbolistas, se coronaron en el más exigente y deslumbrante de los ámbitos, el de los Juegos Olímpicos, en la ciudad griega de Atenas. Y el éxito que consiguieron -trascendente, inolvidable- no tuvo ninguna causa que se vinculara con el azar: por el contrario, se debió a méritos propios e intransferibles que pudieron plasmar tan valioso objetivo. Y más allá de la lógica alegría que impera en todos, queda flotando una pregunta: ¿por qué a los argentinos, como comunidad nacional, les cuesta tanto conseguir el éxito que tantas veces los acompaña en la esfera deportiva?

El interrogante anterior resulta incluso más pertinente si se piensa que las disciplinas en que se obtuvo la presea dorada no son individuales, sino colectivas. Es decir que el trabajo de equipo se erige como el factor clave para la victoria, entornando y permitiendo el brillo de las tareas personales. Y en tal sentido, aunque el fútbol sea el indudable imán para el pueblo argentino y la selección que condujo el rosarino Marcelo Bielsa haya ejecutado una faena a todas luces impecable, debe calificarse como particularmente excepcional la tarea del conjunto de básquet, que se impuso contra los mejores del orbe y enmudeció de sorpresa a todos al derrotar sin atenuantes al poderoso equipo estadounidense.

Pero tanto en el básquet como en el fútbol, la clave estuvo en que la tarea grupal sobresalió en relación a las gestiones individuales. La ausencia de egoísmo y la carencia de divismo se erigieron en las auténticas "estrellas" en ambos casos, y ese es un buen punto de partida para una inevitable traspolación: ¿cuándo tomará la dirigencia política nativa una actitud semejante, uniéndose en pos de los grandes objetivos y necesidades nacionales? Aunque la lección debería exceder ese acotado escenario y proyectarse hacia cada institución o entidad, hacia cada espacio en el cual se produzca la necesaria convivencia de individuos: solidaridad, contracción al trabajo y generosidad son virtudes que potencian el talento personal y estimulan su desarrollo. Acaso esa sea la principal enseñanza que las selecciones olímpicas de fútbol y básquet hayan legado a todos los argentinos. Ya es hora de aplicarla, y no sólo en el deporte.

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