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 domingo, 29 de agosto de 2004

Panorama político
"Solita" Carrió

Julio Villalonga (*)

El caso de las coimas en el Pami, denunciado en el programa de televisión "Puntodoc" a través de una cámara oculta, y en el que un líder piquetero fue protagonista, dejó como saldo dos certezas y varias preguntas. La primera verdad es que la operación estuvo destinada a favorecer la posición del oficialismo en la persona de dos de sus referentes, Graciela Ocaña y Luis D'Elía. La segunda verdad es que, junto con esto, el gobierno aprovechó para golpear duramente a Elisa Carrió, la dirigente que se perfila como la segura ganadora de la elección legislativa en la Capital Federal. A partir de estas confirmaciones, ¿puede sostenerse que fue una operación sucia, típica de lo que Carrió -e incluso el propio presidente- llama "la vieja política"? No, definitivamente no. Aunque sea válido preguntarse por qué el dirigente del ARI de apellido Ferreira decidió que D'Elía era un buen candidato para ofrecerle tal negocio turbio, está claro que no hay espacio para la suspicacia. Hubo un intento de soborno y, sobre su existencia, el gobierno armó esta operación mediático-judicial que dejó al descubierto una de las cajas que financian la política desde hace mucho.

En este episodio, Carrió dejó en evidencia las limitaciones de su modo de hacer política. La llegada de Néstor Kirchner al poder, hace más de un año, asestó un duro golpe a la fundadora del ARI. Al menos en el plano del discurso, Kirchner enarboló varias de las banderas de centroizquierda con las que la ex diputada había logrado encaramarse al tope del ranking político de la Capital, un centro urbano clave para cualquiera que quiera dedicarse a la política pero cuyo dominio, paralelamente, no garantiza una exitosa proyección nacional. Desde que fue desplazada del centro de la escena, Carrió operó una serie de cambios personales que, en cierta prensa, le devolvieron algo del protagonismo perdido. Sin embargo, la operación de "restyling" de la líder del ARI coincidió con el proceso de descomposición de su grupo, un conglomerado de nuevos y viejos dirigentes políticos que explotó por las fuertes presiones contrapuestas de aquellos que buscaban armar una organización de nuevo cuño, versus los que se limitaban a seguir a tientas un liderazgo mesiánico sin demasiada sustancia.

El hallazgo del primer corrupto carriotista desnuda esas tensiones dentro del ARI y abre el camino a otras revelaciones. Está claro que Carrió se dio cuenta, hace un tiempo, de al menos dos cosas: que no estaba en condiciones de controlar a su partido en atropellado crecimiento; y que no podría domesticar a los dirigentes que habían creído en su discurso sobre una democracia casi horizontal, y que entonces le reclamaban que fuera consecuente con él.

Carrió sacó rápidamente sus conclusiones y su crisis con Graciela Ocaña, cuando ésta aceptó el ofrecimiento de Kirchner de conducir el Pami, le provocó dos reacciones: una, visceral, por la que calificó de traidora a su ex amiga; y otra, más pensada, que derivó en el proceso por el cual produjo la virtual implosión del ARI.

La ex legisladora dejó el enorme crucifijo que portaba, se preocupó más por su imagen, armó una fundación de estudios políticos y le quitó a su discurso algunos de sus perfiles más mesiánicos, al tiempo que le agregaba cierto cientificismo. Todo como un modo de refundarse ella. Ya no habrá en su futuro un programa de construcción de una herramienta política casi tradicional, como el ARI. En el horizonte, Carrió se imagina construyendo una agrupación que la instale, casi sin intermediarios o dirigentes, al frente de un movimiento aluvional que la hará diputada, el próximo año, y presidente en 2007.

Para una tarea semejante, Carrió podrá prescindir de molestos dirigentes que exijan respeto mutuo, consensos, debates y otras incomodidades del estilo, propias del ejercicio de la democracia interna en una asociación política. Pero si alguna vez llega a la cima, me pregunto con quiénes piensa gobernar. Porque pasar del cementerio de las instituciones a la nursery sin transición más se parece a magia que a ciencia política.

Por otra parte, y frente al incidente de esta semana, Carrió mostró que no está preparada para enfrentar la más mínima discusión no ya sobre su perfil moral, que hasta aquí casi nadie se ha animado a atacar, si no sobre su capacidad como dirigente, que sí está puesta en duda desde hace bastante tiempo. El bataclano final del ARI sólo fue la frutilla del postre.

Para el final, un ejercicio de memoria: la trabajada y hasta entonces casi impecable trayectoria política de Graciela Fernández Meijide comenzó a derretirse como un helado cuando al comienzo de la gestión de Fernando de la Rúa, en abril de 2000, se descubrió que su cuñado, Angel Tonietto, uno de los interventores del Pami, había favorecido a su esposa, que era prestadora de la entidad. Las brutales internas dentro de la Alianza, esas que terminaron dos años después con aquel desastroso gobierno, estallaron con ese caso que, dicho sea de paso, provoca nostalgia. Nos hace recordar "lo bien que estábamos cuando estábamos tan mal".

(*) Director periodístico de la revista "Poder".

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