| domingo, 29 de agosto de 2004 | Interiores: Diálogos Jorge Besso Que la mayor parte de los diálogos son de sordos es algo tan sabido como olvidado, razón por la cual la importancia del diálogo es el típico ejemplo de lo que se predica para afuera, pero que no se practica en casa. En esta época la cosa no ha mejorado demasiado, al punto que bien se podría decir que estos son tiempos en donde hay mucha más información que comunicación.
Más aún, tenemos o padecemos una verdadera saturación informativa: un auténtico embotellamiento de mensajes. Lo que lleva muchas veces a que los mensajes tengan más o menos la misma posibilidad de ser recibidos como el mensaje único en la botella de aquel mítico náufrago que navega por las aguas a la espera de ser escuchado por alguien que lo saque de su naufragio.
Es decir que en el mejor de los casos somos náufragos bien informados, y en el peor además de náufragos, desinformados, como probablemente sea el caso de tantos en esta mentirosa aldea global que de global sólo tiene la injusticia. La desinformación reinante en un mundo donde la información deviene peste, no reside solamente con respecto a lo que está a miles de kilómetros de distancia, ya sea en el espacio o en el tiempo.
Muchas veces se refiere a lo que está apenas más allá de nuestras narices, en tanto y en cuanto conformamos un mundo plagado de emisores, mientras que los receptores están en extinción, puesto que en este mundo global y letal es mucho más lo que se habla que lo que se escucha.
En estos días se está desarrollando el Fórum Universal de las Culturas Barcelona 2004 que transcurre obviamente en la muy bella ciudad mediterránea, entre mayo y septiembre a orillas del mar, y constituye un gigantesco y muy promocionado encuentro con todo tipo de actividades culturales con gente de todo el mundo: una muestra de la diversidad y de lo diverso en el arte y en la cultura, en un intento al menos en algún sentido, de que no sólo se produzcan mostraciones, sino que al mismo tiempo cada cual pueda salir aunque más no sea un poco del coto en que habita.
Como se sabe todos habitamos en un coto, a la vez virtual y real, y no demasiadas veces invitamos a alguien a nuestro coto, o bien somos invitados al coto del otro, conformando de esta forma un mundo tan interconectado como incomunicado. Cabe decir que el Fórum de Barcelona ha merecido variados comentarios y críticas, los ingresos al recinto por lo que cuentan son bastantes o muy caros, sobre todos para nosotros los sudacas, y más de uno señala al Fórum como un caso más de los múltiples eventos de una ciudad conocida como la ciudad de los Congresos y las Ferias.
Pero en el diario La Vanguardia de Barcelona, de hace unos días, hay un artículo más que interesante comentando la importancia del Fórum y justamente los articulistas (Angel Castiñeira y Josep M. Lozano) reflexionan sobre cual será la herencia más importante del mismo.
A los articulistas no les interesa demasiado la importancia del Fórum como evento, del cual dicen: "Bueno, pues que como evento circule: bon vent i barca nova", utilizando lo que probablemente sea una deliciosa expresión catalana para resaltar, entonces, que lo que deja el evento no es el éxito o no del mismo. Más aún, el artículo contiene una serie de reflexiones sobre el éxito destacando que el tan ansiado y remanido éxito no tiene un único sentido (se podía decir que todo éxito es polisémico) y rematan sus reflexiones al respecto diciendo: "Dime qué imagen de éxito tienes y te diré quién eres"
Para ellos el mayor legado es el diálogo y lo conciben "sin esconder, ni edulcorar, la dimensión de conflicto o de disenso que todo diálogo conlleva". Esto es que no se trata solamente de concebir el diálogo como la forma más adecuada de resolver un conflicto (algo que el mundo sigue olvidando sistemáticamente) sino que conviene asumir que todo diálogo implica conflicto y disenso, y estas son precisamente las razones (deberíamos pensar) para profundizar el diálogo y no para abandonarlo y abandonarse a la violencia.
Me refiero a cualquiera de las múltiples violencias que nos azotan, o acaso a las violencias con las que azotamos, ya que nadie está exento. Como se sabe en este mundo hay muchas clases de gente:
* Están los que primero pegan y después hablan.
* Están los que primero hablan y después pegan.
* Están los que primero pegan y después siguen pegando.
* Están los que primero hablan y después hablan. Después de que habló el otro.
Estos son los catalanes. Me refiero al espíritu catalán, más allá de que existan catalanes que no estén a la altura de su pueblo, como sucede en cualquier pueblo. Es la fama o la chapa de negociadores de los catalanes, en suma, de dialogadores. Por eso no es de extrañar que los columnistas propongan a Barcelona como un espacio del diálogo y con un argumento magnífico: son una nación sin Estado.
Todo un mensaje para los múltiples conflictos que los nacionalismos crearon, crean y crearán en el mundo. Pero también un mensaje para todo conflicto, ya que una nación sin Estado es una nación sin fronteras. Y las fronteras, en definitiva, son más lo que cierran que lo que abren, delimitando territorios entre los pueblos o entre la gente en una promoción constante del conflicto y de la violencia. Lo opuesto al diálogo, que no sólo tiene límites, sino que los límites son su condición sin los cuales el diálogo no tendría sentido.
Para sin límites tenemos el monólogo interior de cada cual, y del que hay que salir para dialogar y no encerrarse dentro de las fronteras mascullando siempre las mismas razones, y sintiendo siempre los mismos olores. Vale para las gentes y para los pueblos, y mucho más para todos los países que levantan fronteras y muros en lo propio y al mismo tiempo violan lo del otro. Salud a los catalanes.
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