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 domingo, 22 de agosto de 2004

Un vaso vacío que hay que llenar

Mauricio Maronna / La Capital

Créase o no, el PJ sepultó en la Cámara de Diputados a su criatura preferida: la ley de lemas.

Jorge Obeid, con todo derecho, se golpea el pecho y está en condiciones de manifestar a los cuatro vientos que cumplió con su promesa electoral, arrancada durante el preludio a las elecciones del 7 de septiembre de 2003 merced a la insistente y efectiva utilización proselitista que hizo Hermes Binner, quien logró instalar en algunos medios rosarinos y de la capital provincial la ecuación PJ + ley de lemas = fraude.

La jugada del gobernador, al tomar como propia la demanda de cambio de reglas de juego, le permitió recuperar aire respecto a una administración que nació poco legitimada desde las urnas, tuvo múltiples problemas para ganar el centro de la escena y debió, de movida, sacudir del gabinete algunas piezas de lengua veloz y escaso talento.

La dinámica de los hechos hizo tirar a la basura aquella sentencia que, en la primavera de 2002, Obeid asestó frente a los rostros de Eduardo Duhalde, Carlos Reutemann y Hermes Binner: "Lo que sirve no se toca". La política es, casi siempre, un conjunto de verdades relativas.

El gobernador está rebosante, recargado y va por más: mientras muchos peronistas de la Cámara de Senadores califican al sistema alumbrado en Diputados como un "engendro" y se cansan de discar el prefijo 042 para intentar que Reutemann les devuelva alguna llamada, el titular de la Casa Gris ya les ha marcado la cancha. Si "pinchan" la pelota y hacen dormir el proyecto lanzará sobre ellos la amenaza de la unicameralidad.

En otras palabras: cortar de cuajo el peso específico de los "representantes de los departamentos del interior de la provincia", en beneficio de Rosario y La Capital.

La secuencia que terminó el viernes de madrugada en la Cámara baja derribó algunos mitos y puso sobre el tablado un inmenso interrogante. Los partidos de la oposición consumían minutos de televisión y radio, llenaban páginas de los diarios y gastaban afiches y engrudo dando cuenta del "clamor popular" por la derogación de la ley de lemas y anticipaban un "festejo masivo" que haría temblar los cimientos de las grandes ciudades. Pero el Día D encontró a la sociedad santafesina indiferente y ajena a esos señores de saco y corbata que descargaban adrenalina, hacían números, llenaban de colillas de cigarrillos los ceniceros y consumían litros de café.

"Es verdad lo que ustedes escribieron: nos corrieron con un cuatro de copas. Salíamos de la Legislatura y lo único que veíamos era a unos pocos militantes socialistas rosarinos con más banderas que gente. Los santafesinos prefirieron quedarse a dormir la siesta", graficó un diputado cuando la noche del jueves se convertía en viernes y la media sanción del proyecto se hacía esperar más que el transfer del Burrito Ortega.

La conducta de la mayoría de la sociedad respecto a la ley de lemas, convertida en las últimas elecciones en un instrumento apto para poner en práctica los peores vicios de la politiquería, se podría resumir en lo que alguna vez dijo Woody Allen: "Sé que la respuesta es sí, lo que no sé es cuál es la pregunta".

Algo de esto les sucedió a los socialistas, artífices del "péguele fuerte a la ley de lemas". Llegaron a la sesión crucial de la Cámara baja sin tener siquiera un proyecto superador, les terminaron regalando la escena al oficialismo y, para colmo de males, abrieron un conflicto con sus socios radicales que podría desembocar en el fin de una alianza que le complicó la subsistencia en el poder al peronismo.

La movida que preparan los justicialistas es la siguiente: votar en la misma fecha (durante el 2005) para las primarias, los cargos nacionales que se renuevan y también para convencionales constituyentes (si es que prospera el intento de reformar la Carta Magna provincial). "Ahí habrá lugar para reutemistas, obeidistas y kirchneristas. Del otro lado, nadie garantiza que se reconstituya la Alianza. ¿Me puede explicar qué festejan los socialistas", confió a La Capital un conocedor de los pliegues del peronismo y de la política vernácula.

Al PS le está costando demasiado caro desaprovechar a su principal cuadro político, el senador nacional Rubén Giustiniani, hoy jugando en las ligas mayores. Para gobernar una provincia es insuficiente trajinar únicamente el camino del eslogan y las buenas intenciones. También hay que detenerse en el cómo hacerlo.

Frente a las enormes dudas que plantea el sistema electoral en ciernes, el PJ podrá decirle al socialismo: "¿Y tú qué hiciste en la guerra, papá?".

El sistema de primarias abiertas, simultáneas y obligatorias para la elección de autoridades provinciales, municipales y comunales votado en Diputados es, a priori, un plexo de buenas intenciones pero con las deficiencias propias de todo aquello que se hace a las apuradas.

Para llenar el vaso vacío que representa toda nueva ley es necesario cambiar la forma de hacer política. ¿Alguien cree que la sociedad santafesina descargará adrenalina a la hora de tener que concurrir a votar en las internas por la actual dirigencia partidaria en sus múltiples expresiones?

Hoy, más que nunca, es necesario recordarles a los líderes políticos de la provincia que tienen ante sus manos la posibilidad de cambiar la historia o, como contrapartida, entregarles a los descreídos un instrumento para que salpiquen su bronca.

Si en el 2001 el voto en blanco fue la vía elegida por los independientes para manifestar su malestar por la falta de renovación política, el abstencionismo será el nuevo carril que transitarán los santafesinos cuando se los convoque a las primarias. El que avisa no es traidor.

En definitiva, a la actual clase política local le toca llenar ese vaso vacío y evitar el interrogante que plantea José Saramago en "Ensayo sobre la lucidez", un libro de lectura obligatoria para toda la dirigencia provincial. "Puede suceder que un día tengamos que preguntarnos: ¿quién ha firmado esto por mí?", escribe el autor portugués, en una novela que tiene como disparador el abstencionismo en las elecciones municipales de una ciudad sin nombre pero habitada por ciudadanos hastiados de las cloacas de la política. El gran riesgo del nuevo sistema es que una sociedad ausente de las urnas termine financiando las internas partidarias.

Aunque "nadie se cortó las venas por la ley de lemas" ni se las cortará por las primarias abiertas, obligatorias y simultáneas, el gobernador Obeid disfruta por estas horas de un indudable triunfo político que debería servirle como trampolín olímpico a su gestión.

Si toda cuestión no resuelta prepara su propia venganza, es hora de airear la casa, oxigenar los partidos y evitar la alegoría que hizo el propio Obeid (utilizando una de las escenas de "Amarcord", la película de Federico Fellini) desde la Cámara de Diputados cuando los políticos no podían salir a la calle: "Para amenizar una boda al aire libre contratan a un acordeonista ciego, apenas cubierto por un toldo. Cuando estalla la tormenta, los invitados se van pero el acordeonista sigue tocando sin saber que solamente quedan sillas vacías. Si no sabemos interpretar a la gente, los políticos vamos a terminar como el acordeonista ciego: solos y tocando una musiquita que nadie escucha".

Obeid superó la primera valla pero la carrera recién empieza.

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