| domingo, 15 de agosto de 2004 | El mundo al revés Cabeza abajo el mundo cambia. Florencia Demestri es pequeña, menuda, no tiene más de 20 años y el mundo para ella es volar. Hace dos años salió de Rosario y está recorriendo escuelas de circo. Hasta el 2006 va a estar suspendida de telas móviles en la Ecole Supérieure des Arts du Cirque, en Bélgica, de donde salen los principales artistas del Circo del Sol y los espectáculos internacionales.
"Empecé en un taller con Alberto Dorado, después estuve tomando cursos en Buenos Aires y junto con Mariela pusimos como objetivo un lugar nuestro para crear, para volar literalmente, que fue El Caldero", dice.
Florencia es una acróbata de tiempo completo. Se siente incómoda sentada, prefiere quedarse quieta para reservar el equilibrio y los gestos para la altura, el espacio que le es más familiar."Cuando decidí aprender no dudé en irme a la escuela de circo de Río de Janeiro, allí estuve seis meses increíbles. El circo allí cumple, como buscan ahora algunos proyectos en Rosario, una función social. Salen a captar chicos favelados y les enseñan equilibrio, malabares y artes circenses".
En Bruselas "hay varias escuelas, Para entrar tenés que hacer una serie de pruebas de resistencia física, sicológicas y de trabajo, además de mostrar tu número. Te piden una rutina y te evalúan entre varios profesores, muchos son rusos o chinos".
Los ojos de Florencia brillan cuando tiene que explicar su número. "Es tela suspendida, no fija. No hay muchos que lo hagan, así que encontré un lugar".
Para Florencia la vida de viajes, de circo, de armar una carpa, es excitante. "Saber que la carpa se arma sea como sea, que hay que dar la función llueva o truene, que siempre es para adelante, con fuerza, es bárbaro -explica-. Que tu cuerpo tiene que tener la tensión para no caerte, es mágico". Las manos se desplazan, se agarran del aire. "¿Sabés que pasa? Cabeza abajo ves otro mundo, es distinto y la verdad, te cambian las ideas", dice.
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