| domingo, 15 de agosto de 2004 | Artistas de la calle Son cuatro. Tiran pelotitas al viento, clavas y todo objeto que se suspenda en el aire. "Estamos recorriendo, ahora me quedo unos días acá y voy para San Juan. Allá voy a armar un circo". Habla Marcelito; Alto, rapado y hábil con las manos. Un nómade de la larga y dispersa tribu urbana.
El semáforo que corta las avenidas frena el tránsito, el negro salta del cordón al medio de la calle, hace chistes, movimientos rápidos y tira cinco pelotitas al aire. "Soy de La Plata, hace dos años que ando por todos lados. En el norte se trabaja mejor, pero en el sur está más bueno. Hay menos gente pero te dan más plata", cuenta. Tiene un gorrito colla y lentes de aviador.
Franco también suspende objetos: clavas. Es más tímido, pero accede a hablar: "Soy de Rosario, me gusta viajar y quedarme, si se puede a la noche duermo en camas, en casa de amigos, si no, donde dé", dice.
El "pelado" hace marionetas. "Voy donde haya música, mi espectáculo lo exige. Soy de Buenos Aires y hace rato que hago esto".
No saben si les interesa ir a una carpa. Aprendieron todo en la calle, mirando a otros. Son parte de los ríos subterráneos, la confraternidad de los vagabundos y los ilusionistas. Intercambian malabares, trucos y chistes rápidos que en un minuto les dejen un peso.
Para Alberto Dorado, que trabajó mucho en la calle, esto tiene un por qué. "Muchos de los pibes que hay en los semáforos son chicos de la calle, que ya no pueden pedir, entonces se ganan el mango con malabares. Es una forma de supervivencia", dice el actor.
Sin embargo, los que desafían la fuerza de gravedad son artistas al fin." A la gente les das cinco minutos de circo, una gilada distinta a lo que hacen otros y con eso, ya está, los ganaste", dice uno de los chicos, y ya que está pide: "¿Don, no deja nada para la gorra?". enviar nota por e-mail | | |