| domingo, 15 de agosto de 2004 | Pareja y familia: ser papás Pocas parejas piensan en el impacto que el nuevo bebé tendrá sobre sus vidas, su trabajo, sus emociones y sus sentimientos. Es frecuente que los padres den tanta importancia al cuidado del bebé que presten demasiado poca atención a su propio cuidado. Con la llegada del bebé, tanto los padres como las madres encontrarán que el mundo a su alrededor se ha alterado, y esto puede provocar tensiones que si no se conversan ni se resuelven, pueden llevar a un distanciamiento en la pareja.
Hay una gran diferencia entre una pareja y una familia. Un hombre es muy diferente a un padre, y de ambos se esperan cosas diferentes. Del mismo modo que una madre es diferente a una mujer. Tal vez es el momento de que cada uno preste más atención a las necesidades del otro y busque la manera de demostrar su interés.
Tanto las madres como los bebés necesitan padres comprometidos y activos. Los hombres son tan buenos para la paternidad como las mujeres para la maternidad, y a los bebés les encanta que sus papás los cuiden. El cuidado significa amar, estimular, enseñar, jugar, acariciar, observar su crecimiento, vincularse con él. Los hombres deben tratar de no perderse esta relación única.
El instinto para criar a un niño es fuerte y la alegría y la satisfacción que sienten la mayor parte de los padres supera ampliamente los inconvenientes y limitaciones que deben tolerar. Estamos creando una personita y asumiendo una responsabilidad para toda la vida: se pasa de ser dos, a ser una familia. Este cambio fortalece y pone a prueba las relaciones con la pareja, los amigos y la familia.
Los primeros días después del parto suelen ser desconcertantes, pasando por diferentes períodos. Momentos en los que la pareja está sola y debe empezar a arreglárselas como puede (no sin dificultades, temores y angustias). Aunque el cuidado cotidiano del bebé deja poco espacio para la relación, estas situaciones pueden unir si se concentran en compartir cosas simples y prácticas y disfrutar de los primeros gestos.
Cuando una pareja tiene su primer hijo, nacen con él tres nuevas relaciones: mamá-bebé, papá-bebé y la de la madre con el padre, siendo esta última la más compleja ya que si bien entre ellos ya existía una relación anterior al nacimiento, lo novedoso es vincularse desde los roles de mamá y papá, y para eso es necesario rediseñar la relación, pensando juntos algunas recetas: que los papás sepan que la mamá se siente vulnerable, tanto en lo físico como en lo emocional, y que su afectividad se encuentra concentrada en su relación con el bebé.
Esto no representa un rechazo hacia el padre que necesita de su compañía para no sentirse agobiada en las tareas diarias, y también para recuperar su identidad. Las mamás tienen que saber que a ellos también le pasan cosas, que esta situación es nueva y tal vez confusa para ambos y que por lo tanto la pareja también requiere su atención y comprensión.
El hombre debe retomar su actividad laboral inmediatamente y el mundo de hoy no permite distracciones, es decir que las exigencias continúan como si nada hubiera sucedido, y es probable que el papá se encuentre en una situación de mucha presión. Es importante dar lugar a la distensión, incluirlo en actividades con el bebé, escuchar sus necesidades.
Si los dos comienzan esta etapa con el convencimiento de que los primeros meses pueden ser de trabajo duro, podrán apoyarse mutuamente y demostrarse que lo están haciendo bien y que hacen lo que cada uno puede. Es importante, además de aprender las cuestiones prácticas del cuidado del recién nacido, pensar juntos acerca del estilo de vida y la relación que quisieran tener para obtener la máxima satisfacción del hecho de ser padres y formar una familia.
Marisa Russomando
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