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 sábado, 07 de agosto de 2004

"Ahora usamos menos amonestaciones"

En la escuela Nº432 Bernardino Rivadavia (Oroño 1145) si un alumno rompe un banco tiene que arreglarlo, si escribe una pared debe pintarla y si tira papeles en el salón se encontrará con una escoba. Así lo fija el código de convivencia que acordaron en 1999 chicos, docentes y padres, y que todos respetan a rajatabla. "Aquí no abolimos las amonestaciones, pero cada vez las usamos menos", dice Patricia Lastra, vicedirectora del colegio al que asisten unos 900 estudiantes del último ciclo de la EGB y el polimodal.

Cuando hace cinco años los directivos de la Bernardino Rivadavia convocaron a sus alumnos para redactar nuevas reglas de disciplina dentro de la escuela se llevaron una sorpresa: "Los chicos fueron mucho más rígidos que nosotros a la hora de enumerar las faltas que debían sancionarse y también más estrictos para castigarlas", recuerda Lastra.

Con sus tutores, los estudiantes se encargaron de dividir los traspiés en que podían incurrir en dos tipos: leves y graves. Y el mismo ejercicio se encargó por escrito a sus padres. Con ese material, más el punto de vista que sumaron directivos y docentes se elaboró el código de convivencia que se imprimió y se repartió entre todos los miembros de la comunidad educativa.

Así, tirar papeles en el salón, gritar, decir malas palabras o escribir un banco quedaron encolumnadas como "faltas leves" y sancionadas con una acción reparadora. "Si se arruina el mobiliario escolar lo primero es reflexionar sobre que estos bienes nos pertenecen a todos, después habrá que limpiarlos, pintarlos o lo que corresponda", indica la vicedirectora.

En cambio las "faltas graves" como escaparse de la escuela, de la clase, agredir a un compañero o a un docente, tienen otro tipo de castigo que, en estos casos, sí incluyen amonestaciones.

Además, todos los años la escuela capacita a 10 alumnos mediadores que son los encargados de intervenir ante cada conflicto y abrir un diálogo entre los involucrados.

Todas estas sanciones se asientan en el legajo del alumno que, en cada reunión, se entrega a los padres.

Para Lastra, esta experiencia "ayudó a mejorar la conducta de los chicos", sin embargo reconoce que no todas las escuelas pueden llevarla a cabo: "Nosotros tenemos horas de tutoría para cada curso, profesores con mucho tiempo dentro de la escuela que conocen a sus alumnos y una directora que hizo un curso de mediación escolar, por eso pudimos desarrollar este proyecto", señala.

-¿Los padres no se enojan cuando sus hijos tienen que venir a pintar la escuela o cuando tienen que comprar una silla porque los chicos la rompieron?

-No, siempre les avisamos antes, y hasta ellos mismos nos piden que los obliguemos a hacer estas tareas.

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