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 sábado, 17 de julio de 2004

Promoción de la lectura de los voluntarios de la Sociedad de Pediatría
Tiene 7 años y contagia las ganas de leer
Se llama Victoria Troncoso. Una vez a la semana lee cuentos en la sala de espera del Hospital de Niños

Marcela Isaias / La Capital

No es raro que luego de varias jornadas de intenso frío los pasillos del Hospital de Niños Víctor J. Vilela estén colmados de chicos y mamás. Las horas parecen eternas, igual que las colas para obtener un número y acceder a una consulta médica. En el medio del gentío, en un rincón de la sala de espera que oficia de espacio de lectura, un grupo de nenes y nenas hojean libros sentados sobre una pequeña alfombra verde. Entre ellos sobresale Victoria, de 7 años, que lee en voz alta para el grupo.

Su dicción es envidiable para su corta edad. No se le escapan ni puntos ni comas. Y mucho menos la expresión que ella elige darle a cada personaje de la historia que narra.

Los chicos van y vienen. Algunos se sientan y escuchan, otros lo hacen mientras dibujan y Victoria sólo interrumpe su lectura cuando se le pide dialogar. "Ya vuelvo", dice entonces a la pequeña audiencia que la espera.

Para los adultos, Victoria es toda una sorpresa, por su espontaneidad y la convicción de sus palabras. No hace falta preguntar mucho y darse cuenta de que la lectura ocupa un espacio importante en sus horas. Y de una manera especial.

Al decir del escritor y pedagogo italiano Gianni Rodari, Victoria es de esas nenas que "lee para ella misma, por gusto, para satisfacer una necesidad personal de información o para poner en acción su imaginación. Para jugar con las palabras. Para nadar en el mar de las palabras según su capricho". La otra clase de niños, sigue Rodari, "son los que lo hacen para la escuela, porque leer es su ejercicio, su deber, su trabajo (agradable o no, eso es igual)".

"Me gustan los libros y los cuentos", dice Victoria para meterse de lleno en el relato de cómo se sumó hace dos meses al grupo de voluntarios que narra historias en distintas salas de hospitales. "A leer me enseñó mi abuela Dora. Cuando tenía tres años ya leía los libros que me regalaban", cuenta la nena que va al 2º año de la EGB de la Escuela Nº 96 Florentino Ameghino.

El placer por la lectura creció y con él las ganas de leer a toda hora. Y en voz alta. "Pero como en mi casa -confiesa- nunca nadie tiene tiempo para escucharme, cada uno está con sus cosas y trabajos, busqué a quién leerle". Primero empezó con un abuelito vecino que luego se fue a un geriátrico. "Quise ir a leer allí, pero me dijeron que como eran todos abuelos debería leerles el diario", sigue con soltura.

Entre comentarios y charlas, se enteró de que había gente que leía en los hospitales. Se trata del Voluntariado Horas de Lectura creado el año pasado en la Sociedad de Pediatría de Rosario impulsado por distintas personas a instancias de la Fundación Leer y con el apoyo de la Asociación de Bibliotecas Populares. Fue así que Victoria Troncoso (su nombre completo) se unió a las casi 50 personas que leen en el Hospital de Niños Víctor J. Vilela, el Hogar del Huérfano, el Hogar de Mujeres Víctimas de la Violencia y el hogarcito El Encuentro.

Editorial Santillana (Alfaguara es la colección para niños) le provee los libros. "Yo voy, los elijo y ellos -por la editorial- me los prestan. A los otros los canjeo", dice la nena para explicar cómo consigue renovar los cuentos. "Ahora estoy leyendo Belisario y el violín", agrega Victoria; se refiere a un personaje de la escritora María Cristina Ramos. Sin embargo, si se trata de elegir autores afirma convencida: "Me gusta Laura Devetach", la misma que escribió la historia del "Ratón que quería comerse la luna".

Victoria no tiene una biblioteca en su casa. "No, los libros los tengo todos desparramados", comenta sin mucha preocupación por el orden que pueda darles. Y de inmediato se acuerda de sus hermanos, tanto mayores como más chicos, que mucho tienen que ver en ese desorden.

Además de jugar a las Barbies ("La playera" es su preferida), a la escondida y a la popa con amigos del barrio y la escuela, o mirar "Bob esponja" en el canal de cable Nikelodeon, Victoria aprende lengua de señas. "Me gustaría leerle a los chicos sordos. Mirando un canal de televisión donde enseñaban a hablar en señas quise aprender pero explicaban muy rápido. Entonces le pedí a mi mamá que me lleve a aprender a hablar así". El resultado es que dos veces a la semana Victoria asiste a la escuela de lengua de señas. Para ella es aprender simplemente otro idioma.

La promoción de la lectura es el desvelo de muchos proyectos y planes que se proponen recuperar la actividad desde distintos ámbitos. Así, cada tanto se reeditan o surgen nuevas propuestas y acciones tendientes a fortalecer algo básico como es el acceso a los libros. Entre ellos se inscribe el de la Sociedad de Pediatría de Rosario y la tarea de los voluntarios que entienden que leer es algo contagioso. Y la historia de Victoria lo explica claramente.

-¿Te escuchan los chicos en la sala del hospital cuando leés?

-A veces sí, a veces no. Van y vienen. Algunos se quedan un ratito, otros más tiempo. Pero yo leo, porque siempre hay alguien que escucha.

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"Me gustan los libros y los cuentos", dice Victoria mientras lee en un rincón del hospital.

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