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 domingo, 13 de junio de 2004

Rosario desconocida: Señales del art decó

José Mario Bonacci (*)

La nuestra es la ciudad más italiana del país. Hacia el final del siglo XIX, el censo indica 50% de la población de origen "gringo" con mayoría italiana, y en segundo orden la presencia de españoles y franceses. El primer "momento arquitectónico" importante fue entonces el italiano, con aporte de técnicos, artistas y mano de obra llegados desde Europa. Sobre esto nos hemos referido oportunamente. Continuó el momento francés, también citado con frecuencia y cuyos ejemplos están en residencias del Paseo del Siglo, ejemplares en bulevar Oroño y sobre todo en la obra de Le Monnier.

Debe incluirse lo relativo al art noveau, con presencia en edificios, detalles decorativos, admirables vitraux y obras que fuera de su tiempo específico se construyeron más tarde. Ejemplos de ello son la Aduana y el Palacio de Correos, más la esquina completa de Córdoba y Corrientes, por citar algunos.


El placer y lo sensual
Pasado el horror de la primera guerra mundial, la sociedad expresó la búsqueda del placer, lo sensual, y el goce de la vida en general. La libertad de la línea curva en el art noveau y la producción de objetos de todo tipo se incentiva con otras presencias. Lo exótico, la belleza del cuerpo humano, el movimiento, las tensiones, algunos rasgos orientales y americanos de antiguas civilizaciones, hicieron su aporte. Chinos, indios, reinos perdidos en el Asia misteriosa, mayas, aztecas, también aportaron. Lo dorado y lo plateado se incorporaron a la gráfica, al diseño en general, y a la ropa de vestir.

Materiales pulidos, brillosos, el encuentro con la exquisitez de los mármoles, cristales y metales, se volcaron a leyes geométricas con repetición de figuras estrictas como el círculo, el cuadrado, el triángulo, todos ellos intersectados entre sí o contenidos en escalas de valores y tamaños. Todo tendía hacia un rasgo fundamental y característico: "el vibrato". A esto, se sumaron motivos naturalistas notables con estilización de la figura humana, lo zoo y lo fitomorfo, con imágenes de alto dinamismo general.

El art decó fue un movimiento de "entre guerras" con alto desarrollo en los años 20, y a pesar de ser tildado como "decorativismo" por las vanguardias propias de la Bauhaus, o la influencia de Mies Van der Rohe o Le Corbusier, este momento lo inundó todo. Fue el estilo "los años locos" del Hollywood dorado, ideal para teatros, cines, edificios públicos. En Nueva York el Empire State y el Crysler Buildings son presencias mayores junto a Radio City, el Rockefeller Center o el "Follies Bergere" en París. Isadora Duncan, los pechos turgentes de Josephine Baker, Fred Astaire con su frac, o la sensual lascivia de Marlene Dietrich y Carlos Gardel de smoking, sonriente y peinado a la "gomina" son figuras netamente art decó.


Exponente local
Alejandro Virasoro, introductor del estilo en Argentina, dejó en Rosario una vivienda en Urquiza casi Oroño, y un conjunto en Córdoba esquina Francia (suroeste). El mayor exponente local es el Palacio Minetti de Gerbino, Schwarz y Ocampo, con su portal, interiores, esculturas, vitraux y espectacular remate, con todas las premisas del estilo.

Así lo hacen también la casa de Entre Ríos 1600 convertida en Sanatorio de Niños y los edificios Boero, de San Luis y Sarmiento, y Nápoli, de San Luis y Mitre, piezas mayores nacidas por la inventiva de Juan Vanoli, también autor del Almacén Pompeo en Paraguay y Rioja. Hernández Larguía y Newton plantan en Italia y San Lorenzo el edificio Castagnino, con estilizaciones egipcias, cornisa "vibrada" y bajorrelieves de valor.

Angel Guido realiza la fachada de Gimnasia y Esgrima en calle Buenos Aires y lo tiñe con rasgos americanistas, al igual que su frustrado proyecto para el Palacio Central de Correos, que en los años 30 proponía una torre de 70 metros. Hasta su obra mayor, el Monumento Nacional a la Bandera, exhibe especialmente en su torre ciertos reflejos decó según expresión del arquitecto investigador Rafael Iglesia.

El cine El Cairo exhibe su pantalla rodeada de exuberante imaginación con relieves decó integrando palmeras, frutos y otros motivos naturalistas salidos de las manos del escultor Pedro Cresta que se suman a ondas marinas iluminadas con neón azul que parecen correr a los costados de la sala.

En este rubro, es destacable la fachada del ex cine Imperial, hoy abandonado en Corrientes al 400, con sus detalles que emocionaron a Oriol Bohigas en su primera visita a Rosario, y debe lamentarse de manera irreparable la demolición del cine Empire que estaba en Corrientes al 800, especialmente exaltado por la imaginación y el arte de Manuel Ocampo, concibiendo una expresión art decó totalizadora, tanto sobre la calle como en sus interiores, hoy reemplazado por una aburrida y despersonalizada playa de estacionamiento en pleno ombligo de la zona central. A Ocampo se deben también magníficos detalles expresivos del Palacio Minetti. También son de lamentar las ausencias del cine Monumental en su estado original, así como del Astral que estaba en Rioja al 900.


Símbolo de capital cerealera
Templos de credos orientales u otros edificios no escaparon a la influencia del art decó, como es ejemplo la Asociación Islámica en Mendoza al 1700, y la magnífica presencia de la sinagoga en Paraguay al 1100, donde la fachada e interiores con adaptación de los detalles estilísticos a requerimientos del rito están solucionados con gran jerarquía por los mismos autores del Palacio Minetti.

Para terminar, no se puede dejar de exaltar a este palacio como pieza mayor del estilo con una riqueza inusitada en sus materiales constitutivos y totalizadores de la estética decó, que incluye elementos infraestructurales en el más ortodoxo respeto por el mensaje visual alimentado por el profuso empleo de materiales brillosos y pulidos como lo son sus mármoles y metales, en cuyo bronce el portal principal es motivo de orgullo para una artesanía sabia, completa y perfecta.

El remate es único en la ciudad con sus gigantescas esculturas de bronce exhibiendo en sus manos frutos de la tierra contrastados contra el cielo, convirtiendo al edificio en mensaje del poderío cerealero que lo hizo nacer, explicando también qué se entendía por los años 30 como pujanza comercial y adhesión a los dictados de la modernidad.

Por lo expresado el Palacio Minetti es verdadero orgullo para la ciudad, hito único de valor irremplazable, que podría estar exhibiendo sus magníficos perfiles con tranquilidad y sin preocuparse en pleno centro de Nueva York. Sólo es penoso el agobio de la tecnología reciente con la inclusión de torres, antenas y cables que en su desorden egoísta acosan sin remedio al remate superior, lo que se comprueba desde cualquier punto cardinal.

Si alguna vez se aprende la lección, habremos entendido qué significa el respeto y el mantenimiento de una expresión urbana madura y seria. Como debe ser.

(*) Arquitecto

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Portal del Palacio Minetti, en la peatonal Córdoba.

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