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 domingo, 30 de mayo de 2004

Anticipo
"La clase media, seducida y abandonada": El mentado ascenso social
Dos sociólogos analizan la formación de un sector de la sociedad argentina que la identificó por casi tres décadas

Alberto Minujín y Eduardo Anguita

Uno de los aspectos que suele subrayarse en relación con la clase media es su debilidad estructural, debido a que constituye un tercer actor sin peso específico propio, situado entre los dos grandes agentes sociales y políticos de la sociedad moderna: la burguesía y las clases trabajadoras. Esta debilidad estructural explicaría tanto sus comportamientos políticos como sus rasgos culturales.

Sin embargo, esta supuesta debilidad constituye tal vez su principal fortaleza. La inasible clase media ha sido uno de los factores determinantes del cambio que ha tenido la historia del siglo XX de la Argentina. Carente de una clara representación corporativa y simultáneamente omnipresente, la clase media constituye un factor de poder al que, a lo largo de la historia, los políticos tratan de seducir y los empresarios y banqueros de captar. Buena parte de los gobiernos han tratado de agradar a la clase media y de representar sus tal vez difusos intereses.

En el caso de la Argentina, una de sus características, sobre la que coinciden análisis efectuados desde perspectivas y orientaciones muy diversas, la constituye la importancia relativa del peso social de las clases medias.

Los sectores medios de la Argentina, se caracterizan por dos rasgos centrales: el primero es que se definen por su cultura: ellos son, ante todo, una clase educada, con niveles medios y medios-altos de instrucción y formación, lo cual no es casual, ya que el mandato para los hijos de los inmigrantes era: techo propio y estudio. La relación privilegiada con la educación aparece entonces como el instrumento por excelencia de la movilidad social ascendente y, a la vez, como el criterio distintivo respecto de las otras clases sociales.

El segundo aspecto se encuentra íntimamente ligado al anterior, pues la expansión de las clases medias urbanas se halla en estrecha relación -y hasta dependencia- con el desarrollo del Estado. En efecto, en América Latina los sectores medios se expandieron sobre todo en aquellos países donde el Estado intervino activamente como productor de bienes y servicios. Esta expansión se materializó por medio de al menos tres vías.

Por una parte, el empleo público. Desde los barrenderos municipales hasta los empleados bancarios, pasando por las enfermeras o los carteros, todos ellos conformaron una creciente masa que accedió a empleos permanentes, con prestaciones y servicios que los llevó a sentirse parte de la clase media. El estado se ocupó también de que hubiera escuelas y universidades gratuitas, así como de generar instituciones que permitieran la investigación básica, primaria y de aplicación tecnológica, como el Conicet, el Inta o el Inti de las cuales surgieron maravillosos investigadores, alguno incluso premio Nobel.

Por otra parte, el proceso de industrialización de sustitución de importaciones bajo la protección del Estado, durante un considerable tiempo impulsó el crecimiento de empresarios nacionales y de pequeñas y medianas empresas.

Finalmente, la expansión de los niveles de educación fue ampliando un grupo profesional independiente o semi-independiente de abogados, médicos, psicólogos y otros muy diversos, todos ellos claros ejemplares de clase media.

En los años sesenta estaba en boga decir que los sectores medios constituían "el motor del crecimiento económico". En efecto, en varios países de América Latina, pero muy especialmente en la Argentina, tanto el consumo como una gran parte del ahorro provenían de ellos. Se pensaba que la creciente clase media en los países de la región podría sustentar el proceso de modernización y democratización requerido para incorporarse a las sociedades industrializadas (Cepal, 1963). En sus trabajos, el sociólogo francés Alan Touraine (1988) se ocupó de establecer la correlación entre desarrollo y clases medias latinoamericanas durante el siglo XX subrayando que el dinamismo modernizador de éstas habría de convertirlas en un agente central en el proceso de desarrollo.

En términos de estructura ocupacional, en 1947 la totalidad de la clase media urbana constituía el 40,6% de la fuerza de trabajo total, incluyendo a empleados en comercios y servicios, como bancarios, vendedores, oficinistas y cuentapropistas, además de profesionales de todo tipo. Obviamente no faltaban trabajadores calificados y empresarios menores. En 1960, constituían el 42,7% en 1970, el 44,9% y en 1980, el 47,4%. Por otro lado, entre 1947 y 1960 las ocupaciones de los miembros de la clase media se expandieron más rápido que aquéllas correspondientes a las clases trabajadoras.

La estructura de clase media que se fue moldeando en la Argentina a través de los años se erigió sobre un modelo de ascenso casi permanente, que se ponía en evidencia de múltiples maneras, aunque la forma más clara y visible quedaba a cargo del "mágico mundo del consumo".

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La clase media accedió a bienes y servicios de países ricos.

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