| domingo, 16 de mayo de 2004 | Protección natural Los peregrinos siempre encontraron en la naturaleza el mejor aliado. Utilizaban el barro arcilloso o la arcilla blanca, unas veces sola y otras mezcladas con miel o aceite para el tratamiento de las grietas de los dedos de los pies, heridas, eczemas, hematomas y rozaduras. En otras ocasiones eran las piedras calizas o las de arena de río (que tienen la propiedad de mantener el calor) los elementos indispensables para aliviar los males del camino: calentar los pies y las manos.
Ponían al fuego una piedra de arena con forma alargada y una vez caliente la envolvían en un paño que colocaban junto a las plantas de los pies. También las empleaban para restaurar la circulación de la sangre. Cuenta la sabiduría popular, que si las ramas quemadas para calentar las piedras eran de haya, daban fuerza y salud protegiendo de todo tipo de dolencias y enfermedades. enviar nota por e-mail | | |