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 viernes, 30 de abril de 2004

candi
-"Para evitar la aflicción y la pena, existe una verdad que se ha de saber: el secreto de la vida es el poder de la fe". La frase le pertenece a Theodor Lawrence, un autor de temas espirituales con el que no comparto muchos de sus principios, pero que evidentemente está acertado en cuanto a que el secreto para lograr una vida plena está centrado en el poder de la fe. ¿Fe en qué? Fe en Dios y fe en uno mismo, porque Dios no ayuda a quien no quiere ayudarse. Y a modo de apertura hemos elegido estas palabras para la charla de hoy, que gira en torno de un caso emblemático y que toca muy de cerca un tema que nosotros hemos abordado en este espacio: el dolor, las causas, los efectos y su sentido. Queremos referirnos hoy, sintéticamente, al caso social paradigmático: "Juan Carlos Blumberg".

-No desarrollaremos la cuestión desde el punto de vista del reclamo de mayor seguridad, ni del fenómeno de las movilizaciones espontáneas, sino que miraremos a este hombre atribulado desde otra óptica: su dolor, sus causas, sus efectos, el sentido de ese dolor y su acción.

-Hemos dicho aquí en varias oportunidades que Dios no castiga ni inflige dolor, que el dolor es provocado por el ser humano y que Dios en su inmenso amor le da un sentido. El caso Blumberg viene a ratificar, en el marco de una no deseada tragedia, que el dolor del hombre no es consecuencia del accionar de Dios, sino del aberrante comportamiento humano. Axel Blumberg no fue muerto por un castigo divino, sino por una repudiable acción homicida. La causa del dolor de Juan Carlos Blumberg y de su esposa se origina en la acción delictiva del hombre.

-El y su mujer hubieran podido, razonablemente, haberse abandonado ante la muerte de su único hijo. Podrían haber no querido más nada ya, ni siquiera vivir. Sin embargo, frente al edificio de los Tribunales de la Capital Federal la sociedad argentina asistió a un ser que, llorando, dijo qué cosa lo mantenía aún en pie y luchando: "Me comprometí, le prometí a Axel que iba a luchar para que a ningún papá le volviera a ocurrir lo que nos ocurrió a nosotros". Es decir, en medio del dolor Juan Carlos Blumberg encontró que tal aflicción no podía ser vana, debía, a pesar de todo, tener un sentido.

-En medio de esa tremenda pena, irreducible es cierto, los papás de Axel están diciendo en cada lugar del país que la muerte de su hijo no pudo ni debe ser infructuosa, inútil. Y por eso este hombre, revestido de un gran coraje para una batalla de una magnitud indecible, y armado de una fe inconmovible, ha salido a manifestar, sin saberlo acaso, que su dolor "sirve". Voy a expresar una vez más esta frase para que cada uno la reflexione: este hombre ha salido a exclamar que su dolor "sirve". Primeramente está diciendo eso y después añade: "¡Basta ya de más dolor sobre otros padres! Basta ya de más dolor sobre un pueblo conculcado y humillado tantas veces!". Hay una actitud de "servicio" a partir del dolor.

-Ahora bien, Dios, o la divinidad, o ese ser superior, o esa energía inteligente (como al lector más le guste o le parezca) le da un sentido al dolor del hombre. De otra manera la creación sería imperfecta y como yo opino y sostengo que aun el caos y lo imperfecto o no deseable "sirve" a la sublime perfección, el dolor cumple, por obra del amor divino, un servicio. Pero es evidente que Dios no puede imponer de manera absoluta y total nada al hombre en virtud de su libre albedrío. Dios puede expresarle al hombre a través de diversas vías: textos religiosos, filosóficos, enseñanzas, discursos, etcétera, "te hago saber que con esta pena llega también un sentido para ella", pero le toca al hombre ver primero y discernir después si hace uso de ese sentido.

-De todos modos es cierto que la creación y las leyes naturales, inmutables y eternas, se encargan de darle trascendencia a la aflicción humana aun cuando el individuo no lo sepa ni lo sospeche (modificación de la esencia espiritual); pero ese otro sentido al que nos referimos aquí no lo impone Dios sin aceptación del hombre. Y la reflexión final sería: cotidianamente estamos sometidos a aflicciones y desventuras. ¿Buscamos en ellas un sentido? ¿Nos comprometemos como Juan Carlos Blumberg para que la pena "sirva", para que esa desdicha "sirva" a nosostros y a los demás?

Candi II

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