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 sábado, 10 de abril de 2004

Semana Santa. El arzobispo presidió en la catedral el Vía Crucis
Mirás instó a los fieles a pedir perdón
La muerte de Jesús "fue el acto más grande de amor hecho por la humanidad", dijo el titular del Episcopado

Las ceremonias religiosas del Viernes Santo en la catedral culminaron ayer cuando unas 500 personas realizaron la procesión encabezada por las imágenes de la Virgen de los Dolores y de Cristo Yacente, alrededor de la plaza 25 de Mayo. Pero el arzobispo de Rosario y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Eduardo Mirás, no marchó al frente de los fieles, a pesar de que previamente presidió el Vía Crucis y la liturgia de la Pasión del Señor dentro del templo. En rigor, la capacidad de la catedral estuvo casi completa por los creyentes que llegaron para participar de cada uno de los 14 misterios del Vía Crucis. Una y otra vez Mirás instó a la feligresía a reflexionar sobre la muerte de Jesús e iniciar "una nueva vida".

A pesar de que los responsables de la catedral previeron la instalación de un equipo de sonido en las puertas de la iglesia y también del Palacio Municipal finalmente no se utilizó ya que no hubo público fuera del edificio.

Sí minutos antes de la procesión un grupo de jóvenes usó el equipo de audio para entonar canciones alusivas a la fecha y también para guiar los rezos de la pequeña marcha alrededor de la plaza, presidida por el obispo de la catedral, Raúl Giménez.

Acaso el momento más emotivo fue la liturgia de la Pasión del Señor según San Juan que fue leída por tres religiosos. Luego tomó la palabra el propio Mirás quien hizo hincapié en que la muerte de Cristo "fue el acto más grande de amor hecho por la humanidad".

De modo sencillo, el arzobispo comenzó su reflexión señalando que parece "contradictorio" celebrar la muerte de Cristo. "Dios nos permitió que su hijo muriera entre nosotros para salvarnos de nuestros pecados", señaló. En esa sintonía, reiteró que la muerte de Jesús fue "por cada uno de nosotros, entonces con el corazón tenemos que hacer un examen de conciencia y pedir perdón por todo lo mal que pudimos haber hecho y comenzar realmente una nueva vida".

"¡Qué diferencia entre una parroquia y otra! El padre Ignacio convoca a miles y miles, y acá prácticamente no vino nadie", comentó un hombre a la salida de la iglesia mientras esperaba a su esposa para marchar alrededor de la plaza. Los fieles encendieron pequeñas velas amarillas y así caminaron y oraron en la calle.

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