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 jueves, 01 de abril de 2004

Opinión
La degradación de los humedales

Jorge cappato (*)

Lo que viene ocurriendo frente a Rosario es lo mismo que sucede en todas las temporadas secas con los incendios intencionales en la zona de islas del Paraná, desde Formosa hasta el río de la Plata.

La mayor parte de estos incendios están provocados ex profeso por quienes tienen en las islas ganado que se alimenta del excelente forraje de las zonas húmedas, precisamente en épocas de sequía.

Lo que pretenden es limpiar el terreno para facilitar el desplazamiento del ganado, aplicando a su vez una práctica errónea y perimida que supone que los pastos crecerán mejor después de las quemas, cuando en realidad con cada incendio se envían miles de toneladas de carbono a la atmósfera. Y precisamente el carbono es uno de los elementos escasos e imprescindibles para la fertilidad de los suelos y pasturas, dado que es básico para contar con materia orgánica, justamente escasa en los suelos arenosos de la planicie aluvial del Paraná.

El tema de los incendios intencionales en los humedales fluviales del Paraná, junto a la pesca depredatoria a gran escala, son los dos problemas más importantes para cualquier futuro programa de uso racional de un ecosistema de irremplazable valor para nuestra provincia y la región.

La tala y quema de los bosques de ribera y los bosques en galería, que caracterizaron a nuestras islas paranaenses, llevaron incluso a la desaparición de especies de valor alimentario, deportivo y comercial como el caso del pacú, un pez frugívoro. Una oportunidad menos para el desarrollo sustentable que aún no ha sido evaluada.

Por otra parte, estos incendios, más allá del impacto sobre la salud pública a través de sucesos agudos de contaminación del aire tal como ha sucedido ahora en Rosario, suman una importante cuota de gases de invernadero, principalmente dióxido de carbono, agravando el cambio climático global.

Sin duda que el tema de los incendios y el uso del fuego deben entrar como prioridad en la agenda de las autoridades ambientales y de la producción. Además debe ser encarado urgentemente por los legisladores conscientes, ya que la conservación, la sustentabilidad y el buen uso de nuestros recursos no son temas menores para la economía ni para la sociedad, que en definitiva termina pagando los platos rotos de la imprevisión y la mala administración.

En los últimos años han surgido algunos teóricos que, partiendo de asegurar que el fuego es parte del funcionamiento natural de los ecosistemas, alientan en la práctica el uso del mismo. El problema es que con el nivel de endeblez organizacional y la carencia de la costosa infraestructura indispensable para realizar eventuales quemas controladas -en áreas previamente zonificadas como compatibles con la actividad agropecuaria en las islas, lo que nunca se ha hecho-, esta posición termina hoy avalando acciones irresponsables. Frente a esto existen afortunadamente experiencias exitosas de aprovechamientos agro-forestales que obtienen mayores beneficios económicos conservando la vegetación nativa.

(*) Coordinador nacional

de la fundación ambientalista Proteger

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