Editorial

La lucha contra la pobreza

El repunte que viene registrando la actividad económica ha comenzado a hacerse sentir positivamente en la Argentina. En primer término, trajo alivio en el desempleo; ahora el impacto se observó en una fuerte disminución de los índices de pobreza e indigencia. En el segundo semestre del año pasado, más de dos millones de personas lograron escapar de la pobreza. Ese índice fatídico y denigrante, impropio de un país como la Argentina, se ubica ahora en 47,8%, 6,2 puntos porcentuales menos que en la última medición. También se redujo la indigencia: cayó de 27,7% al 20,5%.

Este panorama permite despertar un moderado optimismo respecto a un futuro mejor. Sin embargo, la realidad sigue siendo demasiado cruel e incomprensible. Es esa realidad, precisamente, la que se empeña en recordar que en este momento no hay margen para ningún tipo de festejo: 17,7 millones de argentinos viven en condiciones de pobreza. Casi la mitad de la población.

Una serie de factores confluyeron para que la tendencia comenzara a mostrar signos alentadores. Un primer factor a tener en cuenta es que durante el segundo semestre de 2003 pasado bajaron los precios de los productos de la canasta básica de alimentos. En segundo término, la generación de más de un millón trescientos mil puestos de trabajo genuinos, sin contar los planes sociales. Finalmente se registraron aumentos en los salarios de los trabajadores.

El gobierno está en el camino correcto en la lucha contra la pobreza. Una lucha que debe ser prioritaria para que millones de ciudadanos puedan recuperar la dignidad que les ha sido arrebatada. Es un deber moral de la dirigencia política, empresaria y gremial arbitrar las acciones capaces de devolver a esos argentinos condiciones de vida dignas y esperanza de un futuro mejor.