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 domingo, 21 de marzo de 2004

Memoria
La legitimación del Golpe
Una investigación entre el último gobierno militar y los partidos políticos explora aspectos todavía pendientes de discursión en la historia reciente

Hugo Quiroga

La estrategia discursiva de las Fuerzas Armadas está destinada en una primera época a legitimar su intervención en el escenario político. El consenso con el golpe pretende ser organizado alrededor de la constatación de las crisis sucesivas por las que atravesó el país, en particular aquella que generó el último gobierno peronista. El golpe de 1976 busca legitimar la intervención mediante la conocida teoría del "vacío de poder", el argumento del "caos económico y social" y el peligro de la "subversión terrorista"(38), que conducían a la "disolución de la Nación" y a la "anarquía", tal como lo establece la Proclama de la Junta de Comandantes.

El balance político de la proclama se estructura en el marco de la "opción caos- orden" en donde las Fuerzas Armadas aparecen en la vida pública como los "salvadores de la Nación" ante su evidente disgregación. Por eso, "en cumplimiento de una obligación irrenunciable, han asumido la conducción del Estado. Una obligación que surge de serenas meditaciones sobre las consecuencias irreparables que podría tener sobre el destino de la Nación una actitud distinta a la adoptada". En un contexto de crisis como el definido los militares intervienen dado que se sienten la "reserva moral de la Nación y por que se piensan la única fuerza capaz de realizar "serenas meditaciones" sobre las consecuencias irreparables de su no intervención.

El mesianismo de las Fuerzas Armadas y su procurado rol de garantes de los principios, valores y normas constitutivas de la Nación, queda igualmente consagrado en el Acta fijando el propósito y los objetivos básicos para el proceso de reorganización nacional, de la que extraemos su primera parte. Los ejes esenciales que se marcan son: a) la restitución de los valores esenciales del Estado; b) erradicación de la subversión; c) promoción del desarrollo económico; d) posterior instauración de una democracia republicana. Dice el texto:

"1. Propósito Restituir los valores esenciales que sirven de fundamento a la conducción integral del Estado, enfatizando el sentido de moralidad, idoneidad y eficiencia, imprescindibles para reconstituir el contenido y la imagen de la Nación, erradicar la subversión y promover el desarrollo económico de la vida nacional basado en el equilibrio y participación responsable de los distintos sectores a fin de asegurar la posterior instauración de una democracia republicana, representativa y federal, adecuada a la realidad y exigencias de solución y progreso del pueblo argentino".

En el primer mensaje presidencial del 30 de marzo se efectúa un diagnóstico de la situación nacional que determinó el pronunciamiento militar. "Colocado al borde de su desagregación, la intervención de las Fuerzas Armadas ha constituido la única alternativa posible, frente al deterioro provocado por el desgobierno, la corrupción y la complacencia". Por eso, la intervención "sólo responde al cumplimiento de una obligación inexcusable emanada de la misión específica de salvaguardar los más altos intereses de la Nación". El discurso construye un "destinatario positivo" y su "destinatario negativo", en donde el enunciador político entra en relación con ambos. El destinatario positivo, el "pueblo de la Nación Argentina", es convocado a la tarea histórica de la reorganización nacional, pues se presupone que comparte los mismos valores y participa de los mismos propósitos que el enunciador. El destinatario negativo, constituido por el "delincuente subversivo", la "corrupción", la "complacencia", está excluido de ese colectivo de identificación, por lo que se opone a lo verdadero, perteneciendo en consecuencia al campo de lo falso y lo malo.

Sin embargo, el golpe militar no se legitima por sí mismo. Fueron las condiciones políticas existentes bajo el gobierno de Isabel Perón, unidas a las características comentadas del sistema político y de la cultura política, las que finalmente legitiman la intervención militar. Frente al desprestigio creciente del gobierno nacional los militares supieron trazar una táctica eficaz. Sabían que la descomposición del régimen peronista (aguda crisis económica, represión oficial, violencia generalizada, inseguridad para las inversiones, visible incapacidad de la presidente) era el camino más corto al poder. Había que esperar solamente el momento oportuno. Los partidos políticos no supieron encontrar una salida institucional a la crisis y la dirigencia sindical no podía movilizar (en el caso que lo hubiera querido) a la "decepcionada" clase obrera, detrás de la defensa de Isabel Perón. El golpe tenía las puertas abiertas. Una parte de la opinión pública esperó deseosa la intervención y la otra, mayoritaria, resignada. El golpe estaba legitimado, pero de todas maneras no lo sería por mucho tiempo.

(...)Las fuerzas conservadoras son las primeras en levantar su voz de aliento. Francisco Manrique, presidente del Partido Federal, manifiesta al día siguiente del golpe que "Las Fuerzas Armadas han ejercido la responsabilidad de llenar el vacío de poder generado por un gobierno corrompido e ineficaz". El Colegio de Abogados de Buenos Aires al expresar, en un comunicado, su adhesión a los propósitos enunciados por el nuevo gobierno señala "categóricamente la intrínseca ilegalidad en que cayeron las instituciones políticas contenidas en nuestra Constitución Nacional". Por su parte, el principal dirigente de la U.C.R., Ricardo Balbín, contestando a periodistas en Venezuela comenta de manera favorable la actual situación, cuando considera que "oficialmente se habla de mantener los conceptos del sistema republicano, representativo y federal, de modo que si éste es el camino, de todos los argentinos, que muchas veces hemos puesto buena voluntad para alcanzar esta finalidad, tenemos que comprender que alguna vez tenemos que participar de una auténtica unidad, sin limitaciones de sectores, para realizar lo que tenemos postergado". Hubo una clara intención en algunos partidos, como la U.C.R., de abrir un compás de espera ante la nueva situación. Como sigue se expresaba Balbín en una carta famosa:

"Aceptamos en principio como una contribución al mantenimiento de la paz y de la unión de los argentinos, un lapso prudencial de suspensión de la actividad política. Creemos, sí, que hubiera sido más útil concertarla que imponerla, definiendo sus límites y sus alcances y los objetivos concretos a lograr. No aceptamos que se la mantenga indefinidamente porque significa desconocer nuestro patriotismo y nuestra capacidad de contribuir al ordenamiento del país sobre bases democráticas, republicanas y de amplia participación popular".

Las versiones que circularon de la entrevista que Deolindo Bittel (vicepresidente primero del justicialismo) mantuvo con el ministro del Interior le atribuyen el haber desarrollado la tesis de que el proceso "no puede tener una salida exclusivamente militar", señalando a la vez que el justicialismo no tratará de forzar esa salida ni apresurar soluciones de tipo electoral, que consideraba inconducente en las actuales circunstancias.

Entre un apoyo abierto, un compás de espera y la convicción de que la culminación del proceso actual no podría hacerse sin la salida conjunta con las Fuerzas Armadas, quedan resumidas las principales posiciones de una dirigencia política desconcertada, que se ve reemplazada en el escenario político por las Fuerzas Armadas.

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Videla y Desimoni en una visita a una escuela rosarina.

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