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 domingo, 21 de marzo de 2004

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Tanatorio

Jorge Besso

La palabra para nosotros es más bien desconocida y también tremenda. La Real Academia no la incluye en su listado. Yo la he descubierto en la tragedia de Madrid que ha incorporado al calendario del horror el 11 M. Que ahora se une al 11 S, de forma tal que son las dos marcas del comienzo del siglo y del milenio, luego de que la humanidad asistiera a la discusión, más bien inútil, de cuál era el comienzo cronológico de dicho milenio, si en el 2000, o en el 2001. Ahora las masacres han fechado el comienzo histórico de nuestro tiempo, un tiempo donde se pueden desencadenar catástrofes humanas producidas por manos humanas, capaces de asesinar a centenares de desconocidos, con asesinos dispuestos a inmolarse con su oración de muerte.

Catástrofes producidas indirectamente por cabezas humanas, las cabezas dirigentes de los países que están a la cabeza de occidente, y que son directamente responsables, es decir directamente irresponsables, de que un número impresionante de almas saliera de sus casas camino a sus destinos habituales, y en cambio llegara a su destino final en el tanatorio al que fueron enviados por gobernantes asesinos que, con toda probabilidad, no serán juzgados. Y no lo serán por el mayor de los cinismos que proclama que los vencedores nunca son juzgados, razón por la cual el mundo tiene que soportar a un vencedor crónico que destroza fines apelando a cualquier medio y al que lamentablemente y trágicamente, se le sumó un país entrañable como España, por el servilismo de un gobernante irresponsable.


Obvio
En términos generales contamos con lo obvio para seguir viviendo. En primer lugar con la obviedad imprescindible de que mañana vamos a estar dentro de la enorme legión de los que se despiertan.

Con la misma certeza contamos con que el día que acaba de empezar no se nos terminará apenas comenzado, y para colmo dando por terminado todos los que suponemos que vendrán después, unos tras otros, con sus secuencias y alternancias de alegrías y tristezas dando lugar a nuestros proyectos. De tantas imágenes y relatos del horror de la matanza de Madrid, hubo uno que me resultó especialmente impresionante y especialmente doloroso: el relato que contaba y hablaba de los cadáveres en las vías, en los propios vagones o en los alrededores de la tragedia de todos los que no pudieron más contar el cuento, y que en esos momentos trágicos se oía alternativamente, el sonido de los celulares cuyos dueños no lo podían contestar y no por haberlo apagado, sino por haber sido apagado brutalmente su dueño. Dicen que siguieron sonando, haciendo más presente la ausencia, y muchos habrán sonado hasta que saliera el mensaje grabado típico de los móviles, y cuántos tal vez habrán dejado un mensaje desesperado que nunca pudo ser devuelto.

Quizás sea interesante comparar el sentido de dos palabras que, en principio, no tienen demasiado que ver: obvio y autopsia. En el caso de obvio nos encontramos que su sentido fundamental y excluyente nos dice que lo obvio es lo que está delante de los ojos. No deja de llamar la atención que la palabra autopsia participe de un sentido tan próximo, en tanto y en cuanto, desde sus orígenes griegos y latinos, autopsia habla de la acción de ver por los propios ojos.

Como se puede ver en los dos términos ocupan un lugar relevante y decisivo los ojos, ya que son ellos los que dan lugar a la evidencia. Con una diferencia, en el caso de lo obvio, la evidencia es el estado mismo de lo obvio y por lo tanto el punto de partida de exámenes, valoraciones y análisis que, sin embargo, muchas veces distan de ser verdaderos. Es lo que ocurre con los prejuicios que más de una vez nos hacen caer en obviedades que no son ciertas. En el caso de la autopsia, se habla de ver con los propios ojos, con lo que aquí la evidencia ya no es punto de partida, sino por el contrario es lo que se busca, que es como se sabe, el sentido de la práctica de la autopsia.

Nada más difícil muchas veces, y especialmente en ciertas ocasiones, que ver lo que está frente a los ojos, y que por lo mismo constituiría una evidencia. Habría que decir nada más difícil que hacer una autopsia del presente para de esa forma extraer la realidad, que es lo que se supone está frente a los ojos y que todo el mundo estaría en condiciones de ver.

Autopsia es, justamente, el título que eligió Fernando Savater para su artículo sobre la matanza de Madrid. Haciendo la "autopsia" sobre la masacre quedaban para Savater, las evidencias delante de los ojos, y estas evidencias decían sin confusión posible que era una vez más un magnicidio configurando, también una vez más, un mensaje atroz de la ETA. No era así. Sus ojos ciegos veían una película de otros días negros, aunque no tan negros como el 11-M. La pluma encendida de Savater lanzaba llamas contra los intelectuales no lo suficiente enardecidos, según él, contra el terrorismo etarra.

A su turno el presidente del gobierno llamaba personalmente a los diarios para que pusieran delante de los ojos de los españoles y del mundo una autoría falsa (la de ETA) pensando en los votos de la elección inminente. Después de todo, se justificó, ante un atentado en España obviamente se piensa en ETA. Tan obvio como pensar en las reiteradas amenazas de Al Qaeda.

Tanatorio es el lugar de la muerte, de morgue y velatorio. Así como el locutorio es para hablar, el tanatorio es para morir. Donde no se habla. Madrid se convirtió en un tanatorio donde muchos hablaron de más. La autopsia mostró, finalmente, que al horror le sumaron mentiras que casi nadie creyó. Es posible aunque no sea obvio, que al presidente del gobierno que llamaba mintiendo a los diarios, de aquí en más, en todas sus noches le suenen los celulares de los muertos que no lo dejarán dormir.



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