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 domingo, 21 de marzo de 2004

Agro. Economistas, técnicos y empresarios resaltan el aporte del cultivo a los ingresos del país. Advertencias sobre la sustentabilidad
El modelo soja avanza pero deja cuentas pendientes
La oleaginosa es el gran motor de la economía. Riesgos: el desalojo de las otras producciones y daños al suelo

Sandra Cicaré / La Capital

El debate sobre el modelo económico basado en la soja se encendió en la sociedad argentina. Ya no sólo se trata de un tema que ocupa a los hombres de campo, sino que arrastra a economistas, políticos, técnicos y ambientalistas. Todos coinciden en que la oleaginosa fundó un nuevo modelo de organización de la producción -basado fundamentalmente en la siembra directa y la biotecnología- protagonista de un boom productivo y convertido en el principal generador de divisas para el país. Sin embargo, su expansión generó una peligrosa tendencia hacia el monocultivo que crea dudas sobre la sustentabilidad del sistema largo plazo.

A la hora de sumar adhesiones, el modelo soja cuenta con el respaldo de quienes sostienen que las nuevas prácticas de manejo son sustentables si se aplica la totalidad del paquete tecnológico. Pero ponen esencialmente sus fichas en las ventajas que este cultivo trajo a la economía argentina a través de la potencialidad del complejo agroexportador, especialmente de harinas y aceites, un mercado liderado actualmente por la Argentina.

Pero no faltan los que encienden la voz de alerta y esgrimen no sólo cuestiones técnicas -como la pérdida sustantiva de nutrientes por la preeminencia de la soja sobre otros cultivos y la erosión por el menor volumen de rastrojos que produce la oleaginosa- sino también en aspectos más estructurales como el desplazamiento de otras producciones a favor de la soja (ganadería vacuna, tambos, algodón, etcétera), que no sólo alteran los sistemas productivos sino también el ordenamiento territorial de los mismos.

También advierten sobre los actuales modelos de contratación, que si son de corto plazo, atentan contra una producción sustentable y se preguntan ¿hasta cuándo los mercados internacionales seguirán demandando oleaginosa argentina y los productores viviendo este veranito de precios?

Con más adherentes que detractores, el seminario organizado la semana que pasó por la Fundación Osde, denominado: "La soja y el desarrollo nacional, un modelo para armar", sirvió como un espacio para discutir estos temas y la convocatoria que tuvo el encuentro (más de 4.200 personas entre asistentes directos y quienes lo presenciaron por videoconferencia), marcó una referencia: para bien o para mal, la soja está en boca de todos.

En un auditorio en el que se reunió a economistas, directivos del Inta, productores agropecuarios de punta y empresarios del sector, quedó claro un concepto: nadie quiere ir para atrás con algo que le aportó tantas divisas a la Argentina y como les gusta decir a algunos hombres del campo, evitó que "el país estallara" tras la crisis, mediante el aporte de las retenciones a la financiación de parte de los planes sociales.

Quizás resulte demasiado ambicioso creer que la soja fue la salvación del país. Y si así lo fuera, es aún más razonable pensar que semejante motorizador de la economía nacional deba contribuir en mejorar la vida de los argentinos.

Pero en esta oportunidad, en el multitudinario encuentro del sector, éste tema y el resto de los reclamos en torno a un reacomodamiento impositivo quedaron en segundo plano y se priorizó el análisis de lo andado hasta el momento y los desafíos a futuro.

"La soja tiene demanda asegurada por los próximos veinte años, porque es la base de la alimentación animal, salvo que alguien piense que los seres humanos no vamos a comer más proteínas ni animales ni vegetales", dijo el presidente de Los Grobo Agropecuaria y miembro de Aapresid, Gustavo Grobogopatel.

El empresario que comanda una de las compañías agropecuarias más grande del país, hizo en cambio la salvedad respecto de las cotizaciones. "Esto no quiere decir que tengamos altos precios, sino demanda y oferta creciente, ya que los valores dependerán de la relación entre ambas".

Más allá de convertirse en la principal voz disonante en el seminario, ya que cuestionó fundamentalmente el reparto de las rentas dentro de la red de soja, el economista del Instituto de la Industria de la Universidad Nacional de General Sarmiento, Roberto Bisang, tampoco se opuso a la continuidad del mismo. "Si uno quiere pensar en un país más sustentable a futuro debería pensar en no destruir lo que anda bien, sino en todo caso, plantearse rápidamente qué hacemos en los otros paquetes tecnológicos de las actividades que están más débiles desde lo productivo o que son institucionalmente bastante conflictivos", dijo.

Justamente el desplazamiento de otras actividades -como tambos, ganadería, algodón- por parte de la soja, es uno de los cuestionamientos que pesan sobre el modelo y sobre la sustentabilidad que aporta al sistema agropecuario en general, no sólo desde el punto de vista agronómico sino además laboral y social.

Pero en el megaencuentro realizado en Rosario algo quedó claro, el modelo tiene banca y no se cuestiona. Para los más fundamentalistas no tiene fallas y sólo hay que mirar a futuro y "no quedarse atrás", fundamentalmente en el desarrollo de innovaciones orientadas a la biotecnología. "Mientras nosotros analizamos lo que hicimos diez años atrás en el mundo están pensando qué hacer diez años adelante", dijo Grobocopatel, para quien el tema urgente pasa por la interacción entre sector privado y público para "generar empresas, diseños, nuevas organizaciones que faciliten la incorporación de conocimiento en el campo".


Las voces disonantes
Para los más críticos, no se trata de desandar lo actuado, sino armonizar un esquema que por el alto grado de rentabilidad que aporta a los empresarios del campo, prevalece sobre cualquier otra actividad.

En este sentido, la participación del director nacional del Inta, Roberto Bocchetto, en el seminario remitió mucho a la famosa frase que dice "el que avisa no es traidor". El especialista, aportó un minucioso detalle del desarrollo de la oleaginosa tanto a nivel técnico como de mercado y su aporte a la economía argentina, pero se ocupó de plantear lo que denominó "alertas y desafíos", para "concretar el objetivo de incrementar las exportaciones sobre la base del desarrollo agroalimentario y territorial fortaleciendo la biodiversidad y la sustantabilidad ambiental".

A su juicio, "hay que reconocer que el cambio tecnológico que transformó la organización de la agricultura sobre la base del conocimiento y la innovación tiene a la soja como la gran protagonista".

Pero para que este modelo sea sustentable en el tiempo hay mucho por mejorar. Entre los aspectos centrales citó "las necesidades amplias de rotación con otros cultivos y la ganadería" que si bien la tengan a la soja como protagonista, no se caiga en el monocultivo; la aplicación del paquete tecnológico completo (siembra directa, fertilización, reposición de nutrientes); y fundamentalmente "implementar redes de contrato de largo plazo que permitan imputar y descontar los servicios ambientales, que se base en el arrendamiento en mayor número de años con mayor porcentaje sobre la producción".

Todos coinciden en hablar de nueva forma de organización de la producción, un esquema que borra las fronteras de las actividades primaria, secundaria y terciaria y sitúa al modelo soja como un cluster en el que interactúan todos los eslabones de la cadena, desde la siembra hasta los servicios.

Los ejes fundamentales de esta nueva forma de pensar la agricultura surgida en los 90 pasan por la aparición de la biotecnología, especialmente la soja transgénica (RR); la adopción de la siembra directa como manejo; el despliegue del denominado mercado de tierras, donde el que produce ya no es el propietario sino una empresa o grupo contratista y el concepto de trabajo en red pública o privada de difusión de las nuevas tecnologías de la mano de algunos oferentes de estos componentes (instituciones y empresas). Así, la tecnología de manejo en paquete con insumos como la semilla de soja RR y el glifosato, herbicida clave, comercializados por Monsanto.

A la hora de pensar la sustentabilidad del modelo a largo plazo Bisang cuestionó algunos aspectos del actual esquema. "Estamos ante una estructura de costos muy dolarizada", dijo y explicó que "si se suman cuánto paga la Argentina al exterior de regalías, pago por importación de herbicidas o repuestos de maquinarias y equipos, cada dólar exportado no es neto, sino que se van unos veinte centavos más".

Por otro lado, puso en tela de juicio el concepto de redes y de la idea de que "cuando uno gana todos ganan" en la cadena. "Hay algunas actividades dentro de la red que hacen que algunos jugadores sean más importantes que otros, ésto tiene que ver con quién gana", dijo.

Y agregó que "si bien todos ganan es probable que alguno lo haga más que otro, entonces hay que tener en cuenta si éstos jugadores de primera están en el país, si van a invertir, quiénes son y cuánto efecto derrame están generando en la economía".

También a la hora de pensar "en un país en serio", no debemos replicar viejas historias, agregó el economista. Y se refirió así a cómo enfrentar institucionalmente el ingreso de nuevos eventos biotecnológicos, que a su juicio deben adoptarse en forma "más prolija, firme y consensuada".

Lo dijo con la idea de no replicar la experiencia de la soja RR en la Argentina "que ingresó sin ley de patentes, con mucha bolsa blanca dando vuelta y sin los consiguientes derechos de propiedad sumada a cuestiones muy casuales como empresarios endeudados jugados hacia una forma de producción, con una caída brutal en el precio de la soja y la salida casi providencial de la RR, disponible casi en simultáneo con Estados Unidos".

Si bien el tema de la generación de valor agregado fue una muletilla que nadie dejó escapar como el horizonte a futuro para las exportaciones argentinas, muy poco se pudo avanzar sobre ese tema.

Sucede que el boom sojero en la Argentina hoy pasa esencialmente por la exportación de granos y productos de escaso valor agregado como harinas y aceites y las multimillonarias inversiones que están anunciando las multinacionales apuntan a consolidar ese complejo.

Para Grobocopatel, "el proteccionismo internacional es lo que nos impide dar valor agregado dentro del país" y en este sentido, "la soja es el arma definitiva que tiene la Argentina para abrir los mercados".

"Nosotros no podemos vender lo que queremos, sino lo que nos compran", dijo el titular de Los Grobo y "lo que nos compran está relacionado con los impuestos que tenemos que pagar para acceder a esas plazas".

Bisang cree que para avanzar en la cadena de soja actual hay que "pasar de las proteínas vegetales a las animales", cuyos precios son claramente superiores y permitiría una mejor remuneración a todos los jugadores de la red. "Seguramente deben haber varios caminos para sumar mayor valor agregado" y habló de pasar a carne, biodiesel, lecitinas de soja, aceites hidrogenados. "Hay que pensar esto no para anular la ventaja de la soja, sino darle otra vuelta a la que ya tenemos y al fenomenal mecanismo de producción que ya está montado", sintetizó el economista.

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El seminario en la Bolsa convocó a 1.400 personas.

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