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 domingo, 14 de marzo de 2004

Del otro lado. Pocas entidades la piden y en la calle no saben de qué se trata
La autonomía municipal ni siquiera se debate en la ciudad de Santa Fe
El tema revive la eterna puja norte-sur: los santafesinos tildan a los rosarinos de "porteños frustrados"

Carla Rizzotto-Silvina Dezorzi / La Capital

No son pocas las cosas que diferencian a las ciudades de Rosario y Santa Fe. El reclamo por la autonomía municipal es una de ellas, pero no la única. Los rosarinos dicen que, religiosamente, la ciudad capital duerme la siesta, que el 70 por ciento de sus hogares vive del Estado y que una clase patricia aún mueve los hilos de la burocracia provincial. Ante esas acusaciones los santafesinos contraatacan. "Ustedes son unos porteños frustrados", fue la respuesta unánime que recibió La Capital en una recorrida por esa ciudad que concentra casi toda la administración pública de la provincia. De la autonomía pocos hablan, es más, muchos no saben ni de qué se trata. Y, sacando el intendente (ver página 4), los dirigentes santafesinos no profesan gran simpatía por la idea de que las dos mayores ciudades de la provincia tengan plenos derechos de autogobierno.

El anuncio del intendente Miguel Lifschitz, la semana pasada, de que llamará a un plebiscito en junio próximo para conocer los alcances de la autonomía que quieren los rosarinos reavivó la eterna puja entre el norte y el sur provincial. El coordinador de su gabinete, Angel D'Ambrosio, echó aún más leña al fuego cuando apuntó a la "burocracia parasitaria y privilegiada" de Santa Fe como la responsable de frenar la autonomía de Rosario, un derecho sancionado por la Constitución nacional de 1994 que no se cumple en esta provincia.

Si Rosario contara con esta facultad, hasta ahora negada por la falta de voluntad política de la provincia, podría tomar decisiones que hoy están en manos del gobierno santafesino. Desde el punto de vista político tendría el derecho de definir su propia forma de gobierno: el número de concejales, su forma de elección, la revocatoria de mandatos y la consagración de la descentralización municipal.

Pero el aspecto que más preocupa al aparato burocrático es el económico y financiero. Es que si Rosario contara con autonomía podría crear, eliminar e incluso recaudar tributos que hoy llegan a las arcas provinciales y luego (muchas veces más tarde de lo debido) se coparticipan a municipios y comunas, como la patente automotor y el impuesto inmobiliario.

El primero en dejar en evidencia que el gobierno santafesino se muestra reacio a ceder determinadas facultades a Rosario fue el hasta ahora ministro de Gobierno de la provincia, Alberto Gianneschi. El funcionario se pronunció a favor de que goce de autonomía política, pero no financiera. Esa postura no es exclusiva de Gianneschi: en su recorrida por la ciudad capital, este diario encontró a otros detractores de la autonomía financiera para Rosario.


Norte y sur
Esta puja va más allá de los números y ya está instalada en el folclore de las relaciones norte-sur. Más específicamente, entre Rosario y Santa Fe.

Desde Rosario se escuchan chicanas como que los santafesinos "viven del Estado" y "se pasan la vida durmiendo la siesta". La réplica desde el norte no tarda en llegar: "Los rosarinos son unos porteños frustrados", que están "a mitad camino: quieren ser como Buenos Aires pero no dejan de ser provincianos".

Pero si de agregar acusaciones del norte al sur se trata, hay algunas más en la lista. Fue el periodista e historiador Jorge Reynoso Aldao, de 83 años, quien se encargó de agregar más leña al fuego, al disparar que "los santafesinos acusan a los rosarinos de tener la soberbia del dinero, como si aún fueran la Chicago argentina".

Pero para calificar a Santa Fe no hace falta que hablen los rosarinos. Por lo menos para tres dirigentes nacidos en la capital provincial (el diputado nacional Julio Gutiérrez, el presidente de la Sociedad Rural, José Milesi, y el presidente de la Bolsa de Comercio y director del diario "El Litoral", Gustavo Vittori), su ciudad se ha vuelto "chata": en vez de ser industrial y productiva, tiene un perfil "netamente burocrático".

Y esto lo avalan los datos del último censo, que señala que 7 de cada 10 santafesinos (de la población económicamente activa) trabajan para el Estado. Y basta esperar a que el reloj dé las 13 para verlos salir en masa del Centro Cívico, sede de gran parte de la administración pública.

Después llega la siesta, una tradición que la mayoría de los casi 400 mil habitantes de la ciudad respeta a rajatabla. Es por eso que a esa hora Santa Fe se paraliza, se convierte en una "ciudad fantasma", tal como se atrevieron a calificarla algunos santafesinos que ni remotamente quisieron dar sus nombres. Pasadas las 16, o cerca de las 17, parte de la actividad se retoma.

En las calles santafesinas nadie habla de la autonomía municipal, ni siquiera ante la consulta de este diario. Con medio siglo de periodismo a cuestas, Reynoso Aldao sentencia que "en Santa Fe el común de los mortales no sabe de qué se trata", y ni siquiera "los políticos lo han planteado".

Bastó con preguntar. "No tengo idea", fue la respuesta unánime de los empleados consultados en el Centro Cívico. Tampoco el tema logró gran repercusión en los medios locales. El propio director del diario "El Litoral" dijo que "a la gente le da igual este tema, ni siquiera conoce de lo que se está hablando".

Y a la hora de sentar posición como titular de la Bolsa (según el intendente, una de las pocas entidades que ejerce presión sobre el Estado), el mismo Vittori se pronuncia contra la autonomía municipal de Rosario. No de la política, pero sí de la financiera. "Significaría una modificación en el cuadro económico de la provincia y jugaría contra la solidaridad

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El Centro Cívico congrega a la gran parte de la administración pública provincial. Cuando dan las 13 saldrán en masa a comer y a dormir.

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