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 sábado, 13 de marzo de 2004

Editorial
La masacre de España

Para las casi doscientas personas muertas o las 1.400 heridas en los atentados ferroviarios del jueves en Madrid, poco importa si los autores de la barbarie son los terroristas vascos o los musulmanes radicalizados de Al Qaeda. Esta gente murió por la locura y el delirio de quienes se arrogan la potestad de decidir entre la vida y la muerte como si se tratara de un juego perverso. Mujeres embarazadas, niños, trabajadores, estudiantes y turistas extranjeros desaparecieron de la faz de la tierra en un segundo. Un segundo inexplicable que terminó con sus vidas sin tener derecho a la mínima defensa.

El terrorismo globalizado es el principal problema del siglo que acaba de comenzar. Y, pese a que todavía no hay indicios ciertos de quienes fueron los autores de la masacre, no hay que descartar que la red de Osama Bin Laden se valga de grupos terroristas que operan localmente para obtener explosivos e infraestructura para cometer atentados. Es cierto que la sucesión de bombas en los trenes españoles no es la clásica forma de operar de la ETA, grupo de asesinos armados que ya han matado a unas 800 personas desde que luchan delirantemente por independizarse de España. Esta asociación de fanáticos, que increíblemente tienen un brazo político que los representan, han sembrado el terror en suelo español desde hace años con ejecuciones puntuales de militares y políticos, pero que también, por añadidura, causan víctimas civiles. Por eso, en un primer momento, no sonó en España ni en el mundo muy extraño que la banda terrorista vasca haya cambiado de estrategia y para demostrar que no estaba acabada como el gobierno español venía diciendo, haya producido un golpe de tamaña magnitud, el más terrible que sufriera el país.

Si la masacre fue perpetrada, como se sospecha, por la red de Al Qaeda, no sería una sorpresa para nadie. Después del 11-S con la voladura de las torres gemelas de Nueva York, los ataques masivos vienen sucediéndose sin pausa. Indonesia, Marruecos, Turquía o Arabia Saudita han sido blancos de ataques en los dos últimos años. Ahora se suma España, una país europeo, y por eso la sensación adquiere mayor magnitud en Occidente. Pero estos ataques confirman la premisa de inseguridad globalizada, donde ningún lugar del planeta es ya un sitio libre de la mente enfermiza de quienes disfrutan asesinar.

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