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 sábado, 13 de marzo de 2004

Democracia escolar. La participación como base educativa
Santos Guerra: "La escuela no es una empresa ni un cuartel"
El pedagogo español afirma "que tiene autoridad quien ayuda a crecer"

Marcela Isaías / La Capital

La palabra democracia impregna todos los contenidos y decisiones de la vida de una escuela. Se escucha hablar de ella en los actos, en las reuniones de padres y hasta se deja escrita en las planificaciones de los docentes. En nombre de ella se organizan clases y programas de estudio. Sin embargo, ¿cuán democrática es la vida de la institución escolar?. En su nuevo libro "Arte y parte" (Homo Sapiens) el pedagogo español Miguel Angel Santos Guerra afirma que "no hay auténtica formación sin participación", en clara referencia que la misma se aprende y ejercita con el ejemplo.

Santos Guerra es maestro, autor de numerosos escritos y reflexiones sobre la educación, y también docente de la Universidad de Málaga (España). En una entrevista con La Capital realizada a la distancia, el educador también habla de qué valores definen a un buen maestro.

-A simple vista, en primeras impresiones ¿qué es lo que diferencia a una escuela democrática de otra que no lo es?

-Acabo de formar parte en una sesión de trabajo sobre participación con la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de España y en ella han realizado los asistentes un trabajo en pequeños grupos en el que se planteaba esta suposición: imagínate que un extraterreste llega a nuestro planeta y se acerca a una escuela democrática. ¿Qué ve allí? Otros grupos respondían a la misma cuestión respecto a una escuela no democrática. La experiencia fue sumamente interesante porque permitió contrastar prácticas democráticas y antidemocráticas. En resumen, se podría decir que en una escuela democrática todos participan.

-¿Siempre participan? ¿Cuándo lo hacen?

-Lo hacen en diversos momentos y respecto a funciones distintas: todos participan en la elaboración del proyecto de escuela. El proyecto no sólo es fruto del pensamiento y de las pretensiones de los políticos y de los profesionales. También recoge las ideas y las pretensiones del alumnado y de las familias. Todos participan en la toma de decisiones sobre el modo de llevar a cabo el proyecto, sobre el gobierno de la institución, sobre las estrategias de aprendizaje, los modos de evaluación y la dinámica de la convivencia. Todos participan en la evaluación acerca del trabajo de la escuela, sobre la valoración del éxito y del fracaso, sobre las causas de lo que va bien y de lo que va mal.

-¿La participación tiene siempre un mismo significado?

-Hay que tener en cuenta que la participación es un concepto polisémico y cargado de trampas. Participar, etimológicamente, significa "tomar parte", pero hay muchas formas de hacerlo y algunas son escasamente democráticas, por no decir tramposas. Me refiero a una participación regalada (se piensa que la participación no es un derecho y un deber sino un regalo de quienes tienen poder), a la participación recortada (sólo se participa en cuestiones marginales), a la participación formalizada (pero no real), a la participación engañosa (se acepta la participación sólo cuando es coincidente con los intereses e ideas del que manda).

-Algunas escuelas generan constantemente actividades donde "participan" padres, docentes y alumnos. ¿Es esto siempre sinónimo de democracia institucional?

-No. La democracia no se puede confundir con el activismo. Participar en el diseño y la organización de actividades es una pequeña faceta de la democracia institucional. La democracia es un estilo de vida y una exigencia de intervención en el proyecto, en el gobierno y en la evaluación de la institución. Como estilo de vida exige el respeto a las personas, la convivencia en libertad, el ejercicio de la solidaridad y la aplicación de la justicia. Como derecho a la intervención supone la participación real (no simulada, no meramente formal) en el gobierno, en el aprendizaje y en la proyección social.

-¿Qué valores identifican la autoridad de una escuela?

-La palabra autoridad proviene del verbo latino auctor, augere, que significa hacer crecer. Tiene autoridad aquella persona que ayuda a crecer, no la que aplasta, la que hace callar, la que castiga, la que impone su pensamiento, la que obliga a repetir. Esa persona tendrá poder, pero no tiene autoridad. Por eso he dicho muchas veces que una escuela no es una empresa o un cuartel. La escuela no es una institución coercitiva sino educativa. No pretende solamente que haya orden y respeto bajo la vigilancia y la amenaza porque quedaría sin responder la pregunta fundamental: cuando no tengan vigilancia y amenazas, ¿sabrán mantener el orden y el respeto? La escuela tiene que ayudar a que las personas que están en ella tengan un pensamiento propio y que puedan expresarlo libremente, tiene que facilitar la convivencia en el respeto y la solidaridad, tiene que conseguir que salgan de ella ciudadanos capaces de pensar y de convivir.

-¿Qué opinión le merece la medida tomada por el gobierno francés de prohibir el uso del velo islámico (y otros símbolos religiosos) en las escuelas públicas?

-La cuestión es más compleja de lo que a primera vista parece. Primero, no debería impedirse a las personas llevar un signo distintivo de sus religiones, como una expresión más de libertad. Sobre todo teniendo en cuenta que caminamos hacia un mundo plural en el que es necesario el respeto a todas las creencias o opiniones. Por otra parte, resulta razonable que, en un estado laico, las instituciones no hagan ostentación de símbolos religiosos de una o de varias creencias. Si se impone una decisión de esta naturaleza (no hacer ostentación del credo de las personas) es exigible, desde una visión democrática, que se aplique la medida a todas las religiones (no solamente a una) para no caer en una discriminación inadmisible. No es aceptable imponer a una cultura que se adapte a las costumbres y rituales de la cultura hegemónica, salvo que se trate de cuestiones lesivas para la integridad o la dignidad de las personas. Si se piensa que el velo islámico es una forma de dominación masculina sobre la mujer, la medida es bienintencionada pero escasamente eficaz para evitar la dominación ya que la mentalidad no se cambia con leyes. De hecho hay niñas islámicas a las que la familia impide ir a la escuela (a raíz de la prohibición de acudir sin velo) y personas que reaccionan reafirmando sus patrones machistas ante el peligro externo que supone la abolición de un símbolo. Se trata de una decisión compleja, cargada de matices, abierta a la opinión, en la que hay que distinguir la intención del legislador de los efectos reales que la norma produce. Por eso se hace necesaria una crítica constante de la realidad.



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