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 domingo, 07 de marzo de 2004

Un código del barrio
La lealtad del público del Gitano es de hierro

Hay lealtades inalterables, montadas sobre códigos del barrio, con mandatos casi tangueros como "te banco lo que sea porque sos mi amigo". Si se reemplaza amigo por ídolo, se tendrá la clave de la relación que las admiradoras sostienen con Sandro. Ese enamoramiento, tan inexplicable como cualquier otro, impide ver problemas, faltas y errores que, en situaciones no platónicas, deberían generar erosión.

Pero el gesto de amor de hacer una cuadra de cola a las tres de la mañana para comprar una entrada, y otra cuadra más para ingresar a una sala en la que además se deberá esperar una hora larga y calurosa para ver a un artista, no es poca cosa. Que ese artista, pese a sus precarias condiciones de salud, decida jugarse en un escenario también es mucho. Será que los códigos del amor y los del barrio son los mismos... Puede ser, porque la señora toda emperifollada, recargada de bijouterie y con toda una tarde en la peluquería, sabía reirse francamente de los chistes de doble filo que hacía el vendedor de praliné en la esquina del teatro.

La pasión, el humor y la alegría de las fans de Sandro bien pueden considerarse gestos inútiles y no correspondidos, habida cuenta de que el cantante no pudo ofrecer todo lo que se esperaba. Sin embargo, esa espectadora que, ante la cámara de televisión, dijo "a Sandro le perdono todo" es la expresión más pura de ese amor regido por un código de barrio.

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Las fanáticas son capaces de cualquier sacrificio por estar con Sandro.

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