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 domingo, 07 de marzo de 2004

El accidentado regreso del cantante puso en tela de juicio las necesidades de los artistas y de sus seguidores
Sandro, un milagro construido por la fantasía colectiva
El riesgo que encierra la nueva serie de recitales del Gitano cuestiona la relación entre ídolos y fans

Marcelo Menichetti / La Capital

Como un milagro esperado, la vuelta de Sandro a los escenarios se hizo realidad una vez más con un emotivo, aunque escueto show que el cantante presentó en el teatro El Círculo. Como en los anteriores regresos del artista a los escenarios, Rosario fue el lugar elegido para iniciar la temporada 2004 con un espectáculo breve, sin bises, que marcó el inicio de la actual etapa en la carrera del ídolo de América.

El espectáculo resultó mucho más corto de lo previsto, su inicio se demoró una hora y duró 180 minutos, desarrollándose en una atmósfera tensada al máximo por el nerviosismo general, quizá motivado por el nuevo regreso y por la ansiedad de las siempre incondicionales seguidoras del artista.

El show comenzó con una obertura instrumental wagneriana ("Así habló Zaratustra") ejecutada por la efectiva banda de integrada por catorce músicos que capitaneó el pianista Sebastián Giunta. Luego El Gitano comenzó a cantar entre bambalinas e ingresó a la escena para ofrecer "Me fui y volví", un tema autorreferencial con el que aludió su tuteo con la muerte hace un año y medio y su milagroso regreso a la vida y al mágico mundo del show.

Con una escenografía que mostró una vitraux circular suspendido sobre los músicos que otorgó un clima místico al escenario, Sandro se presentó ataviado como un gitano, con pantalón y camisa negros, y chaleco y sombrero marrones. Al término de su primer tema fue aclamado de pie por su auditorio. Sus seguidoras, más que premiar la interpretación celebraba la vuelta del cantante a su territorio natural: el escenario.

"Estoy muy emocionado porque, como bien acabo de contar en la canción, hace un año yo pensé que no volvería a subir a un escenario. Mi huida de la muerte se la debo a los ángeles, a Jesús, y por eso estoy aquí", confesó el artista.

"Yo soy gitano", "Cara de gitana" y "Zíngara" fueron los tres temas que ofreció a continuación, dejando en claro cuál era el motivo central del nuevo espectáculo, mientras una perceptible corriente de energía y amor subía de las plateas como para cobijar y proteger al ídolo en su vuelta al mundo de la canción.

"La profecía", el tramo teatralizado del nuevo show, fue iniciado por la actriz Rita Cortese, quien, caracterizada como una gitana se sentó a una mesa montada sobre un costado del escenario y allí jugó una escena con Sandro, mientras un decorado con cartas de adivinación hacía de telón de fondo.

De este modo se esbozaron los primeros trazos de la historia que Sandro vino a contar a Rosario. Sin embargo, en forma paralela, se fue gestando otra historia: la del show que no iba a ser como se había planeado de antemano.

Sometido a un esfuerzo quizá excesivo para su condición física, Sandro se vio obligado a cambiar de plan sobre la marcha y, aunque completó el guión de la obra escrita por él y Marcos Carnevale, secundado por Matías Santoiani, Cortese y un grupo de seis bailarines, no llegó al tramo que sus fanáticas esperaban con ansia incontenible. Ese que debió ofrecer los hits impuestos tras sus cuatro décadas de sólida carrera.

El teatro colmado, puso un marco imponente a la ceremonia que reunió al artista con sus seguidores (casi todas mujeres) que no ahorraron expresiones de júbilo y emoción, ni se sonrojaron a la hora de prodigar suspiros. Las maduras señoras que soportaron estoicamente los rigores del calor de diciembre, cuando prolongaron extensas colas frente a El Círculo para comprar sus entradas, tuvieron un placentero desquite cuando llegó la hora de volver a ver a El Gitano en acción.

Sin embargo el esperado show terminó tras catorce temas y faltaron los siempre esperados "Rosa, rosa", "Dame fuego", "Así", y los tantos hits que las mujeres reclamaron a voz en cuello a lo largo de todo el show.

Sandro puso sobre el tapete un tema recurrente en el mundo del espectáculo: ¿Se puede volver siempre y a toda costa? ¿Puede más la voluntad de querer que cualquier circunstancia adversa? ¿El artista necesita de la escena tanto como del aire para poder vivir?

Los interrogantes aumentan cuando la atención se centra sobre las legiones de fanáticas de Sandro. ¿Se habrían ido más contentas si escuchaban los temas "históricos" del cantante? ¿Es justo reclamar a un artista más de lo mismo cuando, a veces, ese argumento es el soporte de duras críticas a quienes nunca se renuevan?

Tras la caída final del telón Rita Cortese salió a decir un poema de reivindicación para los gitanos y se despidió. Todavía faltaban los bises y un inquietante murmullo fue creciendo entre la concurrencia.

Tras media hora de espera el Gitano reapareció en bata, como lo suele hacer al final de cada show, para justificar la abrupta terminación del espectáculo y hablar del enorme esfuerzo realizado. Y fue el final.

Sandro desafía al tiempo y a sus consecuencias en una dura apuesta por probar que su vigencia no es un armazón vacío de contenido, sino que se trata de una estructura sólida apoyada en un, hasta ahora, inexplicable fenómeno de fidelidad artística. Sin embargo, cabe preguntarse si el artista no está jugando todo su prestigio a una sola carta: al eterno regreso que quizá no siempre resulte posible concretar con toda felicidad.

Cuando las luces se fueron apagando y la sala comenzó a quedar vacía Bety y Nora, dos maduras fanáticas del cantante que nunca se perdieron un show y que lo siguen desde sus años juveniles jurándole eterna idolatría mostraron una sonrisa que no consiguió ocultar una sombra de decepción.

El show terminó y el Gitano despidió a sus "chicas" con palabras tranquilizadoras y de consuelo por lo que no fue. Sin embargo, en la atmósfera quedó un vacío que la voz del ídolo no pudo llenar. En el aire quedaron flotando varias preguntas que solamente Sandro podrá, alguna vez, contestar.

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El micrófono de Sandro es inalámbrico y, sin embargo, aparece conectado a bambalinas por un conducto que da oxígeno al ídolo.

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